El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, debió haber sido más audaz en su primer viaje oficial a Sudamérica: tendría que haber propuesto un plan para redirigir las cadenas de suministro de empresas estadounidenses de China hacia América Latina.
Durante su viaje de tres días a Ecuador y Colombia, del 18 al 21 de octubre, Blinken habló principalmente sobre la necesidad de preservar la democracia, combatir la corrupción, salvar el medio ambiente y manejar las migraciones masivas.
Pero el presidente de Colombia, Iván Duque, uno de los aliados más cercanos de Washington en la región, le recordó en una conferencia de prensa conjunta que lo que más necesitan Colombia y otros países latinoamericanos son inversiones.
Duque dijo que la economía de Colombia crecerá más de un 7% este año, pero que mantener ese ritmo de crecimiento “significa atraer inversiones”. Colombia podría tener una oportunidad de crecer mucho más rápido si las multinacionales estadounidenses trasladaran sus cadenas de suministro a naciones amigas en América Latina, agregó.
Los funcionarios estadounidenses dicen que quieren traer fábricas estratégicas de China a Estados Unidos o a países más cercanos para prevenir futuras crisis.
En círculos académicos y diplomáticos, la idea de ‘near shoring’ –producir más cerca de casa– ha dado paso al concepto de ‘friend-shoring’; es decir, traer las fábricas a países cercanos amigos. Pero todavía no existe un gran plan concreto estadounidense para redirigir parte del comercio y las inversiones de Asia a América Latina.
Según un estudio reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), América Latina podría ganar US$70 mil millones adicionales al año si tan solo lograra reemplazar el 10% de las exportaciones de China a Estados Unidos. Y eso podría lograrse fácilmente con bienes que América Latina ya está produciendo, como repuestos automotrices y productos electrónicos.
El presidente del BID, Mauricio Claver-Carone, me dijo que los actuales cuellos de botella en las exportaciones de China a Estados Unidos han creado “el mayor realineamiento de las cadenas de suministro globales de nuestras vidas”. Esto brinda una gran oportunidad para que América Latina y el Caribe “sean los mayores beneficiarios” de este fenómeno, agregó.
Los gobiernos de Colombia, Ecuador, Uruguay y Costa Rica, entre otros, ya están trabajando activamente para atraer fábricas estadounidenses y europeas que están en China.
En julio, Volkswagen anunció planes para probar autos totalmente eléctricos en Uruguay y exportarlos regionalmente desde allí en el 2022. La firma francesa Teleperformance dijo recientemente que planea contratar a otros 10.000 empleados remotos en Colombia. Intel ha dicho que invertirá US$600 millones adicionales para producir más microchips en Costa Rica.
Además de estar más cerca del mercado estadounidense, varios países de América Latina utilizan energías más limpias que China, dicen los expertos. Eso será cada vez más importante en el futuro, ya que más países y empresas están requiriendo procesos de producción cada vez más ecológicos.
Por supuesto, hay muchos gobiernos populistas retrógrados en la región que ahuyentan las inversiones, que difícilmente podrán atraer a las fábricas de las empresas multinacionales.
Pero Biden debería lanzar urgentemente un plan de ‘friend-shoring’ con países amigos y darle incentivos a las empresas estadounidenses para que trasladen parte de su producción a la región. Esa sería la forma más realista en la que Washington ayude a Latinoamérica a salir de su actual crisis, resolver los actuales problemas de suministros a Estados Unidos y atacar las causas de la migración latinoamericana.
El momento de lanzar este plan para América Latina es ahora, para que pueda ser puesto en marcha durante la Cumbre de las Américas que se realizará a mediados del año que viene en Estados Unidos. Es una pena que Blinken no haya colocado este tema en el centro de su agenda durante su primera visita a Sudamérica, pero aún está a tiempo de hacerlo.
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