¿Qué podemos hacer frente a la incertidumbre? No sabemos qué puede pasar en las próximas semanas con el virus y qué efecto puede tener la vacuna. No sabemos qué puede pasar en las elecciones de abril, aunque esperamos que no avancen los candidatos que han hecho del populismo y la corrupción su bandera. No sabemos lo que pueda ocurrir el próximo miércoles en la ceremonia en la que Joe Biden asumirá la presidencia del país más poderoso del mundo, de cuya economía depende en gran parte la peruana. No sabemos si habrá y cómo será una tercera ola. No sabemos qué hacer: si salir a vernos con alguien en el parque, con mascarilla, o si seguir encerrados, y hasta cuándo.
Como miembros de una comunidad, buscamos un centro, un punto de confianza, una autoridad moral, política y social que nos valide. Sin embargo, vemos que los bárbaros asaltan el Capitolio en Washington, un lugar emblemático del poder político en el mundo (muy grave, pues se sospecha que los terroristas domésticos tuvieron ayuda de algunos congresistas ultras). Como ciudadanos, confiamos en un sistema judicial expeditivo. Sin embargo, en días recientes, debido a lo que se dice es un error o un retraso, un delincuente al timón que atropelló a una fiscalizadora salió libre (ahora han vuelto a dictar orden de captura en su contra). Como aficionados al deporte, confiamos en arbitrajes justos. Sin embargo, todo indica que el árbitro que dirigió el cotejo final entre dos equipos de Segunda División (y que decidió la subida de uno de ellos, el Alianza Atlético) favoreció, con un “arreglo”, a los ganadores.
Si la realidad nos frustra o desalienta, solo podemos oponer algunos otros hechos. Hay algunas convicciones que también pueden sostenernos. Si sabemos, por ejemplo, que el pasado 14 de noviembre un movimiento espontáneo de los jóvenes logró derribar a un grupo de congresistas con intereses turbios que quisieron dar un golpe de Estado. Si sabemos que hubo empresarios como José Luis Barsallo en el Callao que se resistieron a subir el precio del balón de oxígeno cuando la demanda apremiaba y desesperaba. Si sabemos de la gran labor de muchos religiosos como el padre Albino Mendoza, que organiza ollas comunes y asistencia médica en la parroquia Santa María Reina en Villa María del Triunfo. Si sabemos de médicos como el doctor Víctor Soles, de Essalud, que dejó su puesto en Chimbote y vino a la Villa Panamericana en la primera línea de lucha contra el virus. Si sabemos que la tradición de las instituciones y del buen periodismo en Estados Unidos puede oponerse a las barbaridades del aún hoy presidente, y encaminar una sociedad plural y diversa. También sabemos que hay muchos funcionarios en nuestro actual Gobierno, en las municipalidades, en la policía, en el cuerpo médico, en el cuerpo de bomberos, que siguen dando lo mejor para ayudar a la mayor cantidad de personas, sin esperar retribución alguna. Y en lo personal, sabemos que, aunque lo más importante es no contagiarnos, tenemos que sostener las relaciones con los amigos y con la familia, aun cuando no veamos a nadie.
Sabemos que cualquier proyecto es una defensa contra la incertidumbre: escribir, pintar, leer, arreglar una puerta o un mueble, hacer un informe, crear una organización, ayudar a alguien que lo necesita de un modo sostenido, tener algún proyecto. Estos modos de protegernos de la incertidumbre, apoyados por los datos que la realidad pueda ofrecernos, nos podrían sostener. La incertidumbre siempre fue y seguirá siendo nuestra materia prima, aun cuando todo esto pase. Queda enfrentarla con las certidumbres de cada uno.