Se ha criticado el efecto contraproducente del “terruqueo” al estigmatizar a personas y demandas legítimas de la población. Es cierto que Sendero Luminoso fue derrotado y que ya no despliega una lucha armada como en los 80 y 90. Pero sus remanentes en el Movadef y el Fenate conocen las tecnologías de la guerra y por eso fueron capaces de conducir ataques a objetivos estratégicos usando armas hechizas, bazucas y “quesos”, que son bombas de dinamita con clavos.
No solo eso. La sorpresiva magnitud de la insurrección revela la medida en que han ido acumulando fuerzas como resultado de la aplicación de la estrategia contenida en el “Plan de Construcción del Partido” aprobado el 2008, a partir del cual se creó el Movadef “para organizar las masas en los diferentes frentes” infiltrándose en organismos gremiales y creando diversos organismos generados en el magisterio (Fenate Perú, la Coordinadora Nacional Magisterial) y en sectores obreros, femeninos, culturales, juveniles y estudiantiles.
Su estrategia ahora es política: hacer política sin armas. Incluso “la construcción del Ejército Guerrillero Popular en esta IV Etapa” es definida como un “Ejército de nuevo tipo para cumplir las tareas políticas de la Revolución”. El II Congreso, que aún no se realiza, podría definir el pase a la lucha armada. En palabras del propio Guzmán, están en pleno recodo de la historia.
Según información del general PNP José Baella, obtenida a través del operativo Olimpo y otras fuentes, para el 2021 el Movadef tenía más de 20 organismos generados y 68 comités en Puno, Cusco, Ayacucho, Apurímac, Huancavelica, Junín, Ica, Áncash, Lambayeque y Lima. A estas alturas es la organización de izquierda más fuerte, con vinculaciones con la minería informal. Castillo le dio pista libre y la empoderó al legalizar el Fenate, nombrar ministros, prefectos y subprefectos de esa afiliación, alentar la minería informal y proteger la actividad cocalera para el narcotráfico. Esa es la explicación de la virulencia de los ataques insurreccionales luego del golpe fallido de Castillo. Esos ataques formaron parte del golpe. Por eso piden la liberación de Castillo como pedían amnistía para Abimael Guzmán. No olvidemos, por último, a esa otra rama del senderismo que es el “Militarizado Partido Comunista del Perú” en el Vraem, que también puso de su parte.
Por eso vemos la facilidad con la que se imponen micro-dictaduras locales que obligan a los comuneros a participar y a los comerciantes de los mercados a cerrar. Y reprimen cualquier disidencia. Son métodos que siempre han existido, pero que ahora se aplican con mayor rigor. Recordemos la directiva del Comité de Secretaría Macro-Sur que ordena establecer una organización de guerra con disposiciones tales como que “todo policía o militar infiltrado será capturado y ajusticiado”, entre otras penalidades draconianas.
Como escribe Iván Arenas en “Caretas”, “los herederos de aquel Sendero Luminoso y del maoísmo extremo ahora se alían con el ‘proletariado minero’ y ya no hablan de ‘shenshi malvado’ (el campesino malo y explotador), sino de productividad y competitividad del pequeño y mediano agricultor. No proponen la ‘lucha armada’ sino la ‘política del frentismo’ con la burguesía nacional y el capitalismo popular en sus diferentes formas (informales e ilegales)”. Por supuesto, el enemigo principal sigue siendo, en el plan de construcción mencionado, el “capitalismo burocrático”, junto con “la oligarquía financiera, el imperialismo, la globalización y el neoliberalismo privatizador”.
No hay, como decíamos, partido de izquierda capaz de competir con el Movadef. Al contrario, vemos que el Nuevo Perú de Verónika Mendoza termina plegándose a las consignas maximalistas. Y lo que pudo ser un fuerte partido de derecha popular, el fujimorismo, se traicionó a sí mismo al abandonar sus fuentes y luego fue casi aniquilado por la justicia plebiscitaria de José Domingo Pérez y compañía.