Este título lo tomo prestado de la obra de Christian Laval (sociólogo) y Pierre Dardot (filósofo), ambos franceses.
Así titulan su libro y tienen razón porque el neoliberalismo es una concepción del mundo, una ideología, conscientemente elaborada por destacados pensadores liberales, que ha sido aplicada a nivel mundial con relativo éxito.
Se convierte, así, en la ideología dominante vigente, que ha metido en el mismo saco no solo a los partidarios de construir una sociedad mercado-céntrica, sino incluso a los socialdemócratas.
Pero, ¿cómo se gestó?
Todo empezó con un coloquio realizado en París el 28 de agosto de 1938. El organizador de este evento fue el filósofo francés Louis Rougier y el motivo, la publicación en francés del libro “The good society”, del intelectual y periodista estadounidense Walter Lippmann. Asistieron 84 personas que, a través del coloquio, establecieron una nueva agenda para el liberalismo. Entre ellos, estaban Friedrich Hayek y Ludwing Von Mises (Austria). También, los franceses Jacques Rueff y Raymond Aron. Y los alemanes Wilhelm Röpke y Alexander Rüstow, quien luego de un largo debate propuso el término ‘neoliberalismo’. Desde luego, este neoliberalismo no descarta la libertad individual, que es la base de todo liberalismo, pero sobreexalta la libre competencia y el rol que cumplen las leyes del mercado en el progreso de los pueblos. Además, propone el estado mínimo como una respuesta al estado totalitario máximo, de tipo fascista y marxista-leninista, pero con el que, además, se lleva de encuentro al estado de bienestar europeo, que redujo la desigualdad en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial.
Entre el 1 y el 10 de abril de 1947, se realizó una segunda reunión entre intelectuales y empresarios en el hotel Du Parc, situado en Mont Pélerin, al frente del lago Leman, en Suiza. De esta reunión, surgió la Sociedad del Monte Pélerin, siendo su primer presidente el famoso Friedrich Hayek. Esta fue una sociedad de perfil bajo, constituida por ese grupo de intelectuales y empresarios que nos recuerda a los antiguos partidos de élite que se formaron en el siglo XIX, pero que –a diferencia de estos últimos– no pretendía participar directamente en política.
La primera estrategia para penetrar la sociedad fueron los foros internacionales que concluyeron con el Foro Internacional de Davos, curiosamente un Cantón suizo. La segunda, consistió en penetrar instituciones académicas prestigiosas, como el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra, la London School of Economics y la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago (de donde vienen los ‘Chicago Boys’), entre otras. El neoliberalismo es una ideología sin partido, pero con una universidad.
La tercera estrategia consistió en plagar los medios de comunicación para difundir sus principales creencias y categorías conceptuales a través de intelectuales, profesores de escuela, líderes políticos, periodistas en la prensa escrita, radio, televisión y, ahora, Internet. Porque, como se sabe, para tener éxito, las ideas deben llegar a la mayor cantidad de personas, ser aceptadas como verdades absolutas y meterse en el inconsciente como creencias universales.
Finalmente, la cuarta estrategia fue la creación de ONG financiadas por estados y grupos de poder capitalistas. Normalmente, se las conoce como fundaciones. Ellas están llamadas a conectarse con la sociedad civil difundiendo y aplicando las creencias del neoliberalismo.
Fue esta estrategia la que permitió que el neoliberalismo se convirtiera en “La nueva razón del mundo”.
En lo personal, encuentro algo perverso un aspecto de esta ideología y tiene que ver con la idea del crecimiento. Se nos dice: “Si quieres mejorar tu vida, debes confiar en mí, que soy inversionista. Entonces, si crezco yo y otros como yo, también crecerás tú, porque recibirás ‘alguito’ de lo que yo gano”.
La entrada y el segundo se los lleva el empresario, que le deja el postre al trabajador. Pero, como ha quedado demostrado, el crecimiento es limitado y hay muchos casos en los que ni siquiera se llega al segundo plato.
¿Quién arregla el menú?