En “Momentos estelares de la humanidad”, Stefan Zweig recoge 14 instantes íntimos en que una determinación individual cambió el destino colectivo. Por ejemplo: Cicerón titubea y no toma el poder para restituir la república en Roma tras el asesinato de Julio César. Se desata así la guerra entre Marco Antonio y Octavio (luego Augusto), y este último consagra emperador. En la Bizancio sitiada por los turcos, alguien olvida cerrar una de las pequeñas puertas de la muralla interior; los invasores se cuelan por ahí y toman la ciudad. Así cae el Imperio Romano de Oriente. En Waterloo, el mariscal Grouchy desoye a sus colaboradores y a su propio instinto para obedecer a Napoleón, y omite acudir a la batalla para reforzar a sus compatriotas combatientes, que son derrotados.
Estas minúsculas decisiones son las partículas elementales de la historia universal. En el Perú falta aún recopilar y racionalizar esos instantes; los momentos estelares –digamos– de la peruanidad. Escojo algunos, imaginando los dilemas íntimos de sus protagonistas.
Cusco, ca. 1430. Cusi Yupanqui, tras la huida del Inca Huiracocha y el heredero Inca Urco ante la inminente invasión chanca, se pregunta: ¿Debería quedarme o debería irme? Decide organizar la resistencia. Anima, azuza y empodera a la gente en las calles. Forja alianzas con otras etnias. Cuando, en dos batallas sucesivas, vence, Huiracocha pretende aun así ungir como inca a su predilecto Urco, pero Cusi y el pueblo lo impiden (y matan a Urco). Entre dos males, ser “mal hijo” y ser “mal líder”, Cusi decidió convertirse en el gran Inca Pachacutec.
Piura, finales de 1833. Doña Luisa Seminario de Díaz se entera de su sexto embarazo. ¿Cómo se habrá sentido la menuda pero indómita hija de la más distinguida familia local –su padre era el alcalde– de traer al mundo a un tercer hijo que no era de su esposo, ausente hacía años en su natal Colombia? ¿Estaría ya cansada de enfrentar el qué dirán, de registrar a los niños cambiando el nombre de la madre en las partidas? ¿Habrá pensado acaso en interrumpir el embarazo? Lo cierto es que, entre dos males, el deshonor –entendido en clave victoriana– y el desamor, doña Luisa escogió traer al mundo no solo el más honorable, sino también el mejor de todos los peruanos: Miguel Grau.
Lima, 14 de febrero de 1992. Sendero Luminoso ha decretado paro armado, y María Elena Moyano sabe que si no lo acata, sufrirá las represalias. ¿Hasta dónde llegarán? Ya la calumniaron e insultaron. ¿Terminarán agrediéndola? Humana, habrá dudado acaso. Pero decide marchar contra el paro, que fracasa. Al día siguiente, no solo la asesinan, también dinamitan su cadáver; días después, su tumba. Entre dos males, el miedo y la muerte, escogió el coraje, y, tal vez ese día –por el rechazo masivo a su ejecución–, se empezó a derrotar al terrorismo.
6 de junio de 2021. En todo el Perú, cada ciudadano enfrentará en la cámara secreta el dilema de escoger entre dos candidaturas. ¿Exagera mi hermano mayor cuando dice, parafraseando a Basadre, que los “congelados” deberán escoger entre “los incendiados” y “los podridos”? Un amigo que fue secretario de un presidente comentaba que todas las decisiones de su jefe eran siempre entre dos males, porque cuando la bondad de una opción sobre la otra era obvia o fácil, la cosa se decide en alguna instancia inferior. A veces, esos dilemas alcanzan a la gente común. Es la condición humana; el costo de la adultez. Mi viejo profesor de Yale, Guido Calabresi, armó incluso un curso sobre las “Tragic Choices” que toman las sociedades todo el tiempo. Son las “Decisiones”, a las que alude, más prosaicamente, la canción de Rubén Blades. Si de algo sirve, una brújula moral que puede servir para resolver dilemas cívicos, como alguna vez propuse en estas páginas (05.10.2017) es ¿qué haría Miguel Grau? Pero no vale acomodar su imaginaria decisión a nuestro prejuicio. Hay que analizar cómo actuó él, efectivamente, en vida…