La reforma del sistema de pensiones se ha vuelto una obsesión entre políticos, líderes de opinión y ‘expertos’. Las propias AFP han considerado conveniente proponer una reforma del sistema privado que administran. La mayoría de las propuestas que se conocen, lamentablemente, nos aleja de un sistema basado en el ahorro individual, sin subsidios, ni directos ni cruzados.
Mucho se ha dicho sobre la supuesta necesidad de centralizar el sistema, desde el informe de la Comisión de Protección Social nombrada en su momento por el expresidente Kuczynski, pasando por las recomendaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), hasta la fallida reforma impulsada por la excongresista Omonte. Una idea descabellada que pretende superar la coexistencia de los sistemas público y privado generalizándola; esto es, obligando a todos los afiliados a contribuir a ambos sistemas. No queda claro por qué es un problema la coexistencia de los dos sistemas. Uno, el sistema público es un sistema de reparto; el otro, el privado, es un sistema de ahorro individual. Los trabajadores eligen a cuál de los dos quieren afiliarse. Dos de cada tres han elegido el privado; y entre los que se afiliaron en los últimos cinco años, 19 de cada 20.
No es difícil adivinar la causa de esa preferencia abrumadoramente mayoritaria: el sistema privado paga mejores pensiones. La pensión promedio para los jubilados de las AFP (S/1.122 mensuales) no solamente es mayor que la pensión promedio que paga la ONP (S/737), sino mayor también –26% mayor– que la pensión máxima en el sistema público (S/890).
Evidentemente, no todos los jubilados de las AFP reciben la pensión promedio; ni siquiera todos podrán acumular un fondo suficiente para recibir más que la pensión mínima que les pagaría la ONP (S/500 mensuales). Pero el problema ha sido creado por el Congreso; no es un problema inherente al sistema privado. Hace diez años el Congreso exoneró a los trabajadores independientes que emiten recibos por honorarios de la obligación de aportar a sus fondos de pensiones. La falta de continuidad en los aportes es el gran problema del sistema privado (y también del público). Un problema cuya solución no requiere una nueva reforma, sino más bien deshacer otra.
Mucho se habla también de las comisiones de las AFP. Para no extendernos aquí sobre este tema, diremos solamente que las comisiones de las AFP son prácticamente la mitad, en proporción a los aportes recibidos, que los gastos administrativos de la ONP (8,5% vs. 15% en el 2021, si quiere usted saber).
Otro tema recurrente son los tres ‘pilares’: el no contributivo, como Pensión 65; el contributivo obligatorio, que son los aportes obligatorios al sistema público o al privado; y el contributivo voluntario. Este último, siendo voluntario, no necesita ser regulado; ni siquiera necesita pasar por el sistema de pensiones. La única razón para incluirlo es subsidiar el ahorro individual. Pero todo subsidio, independientemente de su finalidad, induce a decisiones antieconómicas y reduce el bienestar general.
Claro que hay algunas cosas que corregir en el sistema de pensiones. Corrijámoslas, pero no desnaturalicemos un sistema que es inmensamente superior al que teníamos hace 30 años.