Polarizados los moralistas, los puritanos, los extremistas, insensatos, intolerantes y destemplados. Como lo más probable es que pocos se confiesen polarizados, no estoy haciendo una generalización insultante.
Por oficio, por convicción y por sentido práctico, me esfuerzo en no polarizarme. Desde el 2001, en el Toledo versus Alan, sentí una suerte de empate de pros y contras que me facilitó la ponderación de opinión. No solo la necesitaba como periodista, sino que sirve para ganar algunos adeptos, si uno se lo propone.
En cambio, el polarizado corre triple riesgo, de menos a más: en el primer grado, su fanatismo no sirve a su candidato porque sus argumentos son deleznables ante los indecisos. La prédica del polarizado es un esfuerzo perdido, un fracaso. El segundo grado de riesgo es gravísimo, pues el daño pasa del polarizado al candidato. Su exceso personal se convierte en un golpe contra aquel. ‘Mira, Keiko; mira, Pedro, lo que soy capaz de hacer por ti’ es, les aseguro, algo que a ambos les aterrará oír.
En el último grado del triple riesgo, el polarizado pierde su esfuerzo, pierde su candidato y se pierde a sí mismo. Su credulidad en un candidato y en que valía la pena usar cualquier arma contra el otro candidato se trajo abajo su propia credibilidad. Pasó la campaña y quedó estigmatizado de por vida como uno de los tontos por los que se perdió la guerra.
En esta campaña, entre un candidato improvisado (con partido ajeno, sin experiencias de cargos o campañas de envergadura, sin equipo técnico conocido) y una candidata con organización propia y tres rondas nacionales a cuestas, la polarización puede favorecer a Castillo.
¿Por qué? Porque el ‘outsider’ se beneficia de esos sentimientos de rechazo al statu quo invocado por partidarios de Keiko que lo defienden como si se nos viniera el apocalipsis. Mientras el ‘outsider’ navega fácilmente sin que se note que está dando tumbos por su improvisación. Para remate, empiezan a surgir los ayayeros y tontos que perpetran locuras que pueden hacer perder batallas.
Castillo, en un impromptu fruto de la improvisación, metió la pata retando a Keiko a debatir en Chota. Keiko supo aprovechar el reto. Castillo volvió a tener otro impromptu y Keiko replicó igual (aún no sabemos en qué terminará el amago de debate en Santa Mónica). En resumen, la polarización le ha costado puntos a Castillo, pero un contexto más sereno hubiera puesto de manifiesto su improvisación, favoreciendo así a Keiko. Ella es más vulnerable al impacto negativo de tontos con eco y con recursos que queriendo favorecerla, le hagan perder batallas. Para remate, la maldita polarización se prolongará tras las fiestas patrias. ¡Serénense!