Tras analizar la reciente reunión del presidente de Colombia, Gustavo Petro, con el gobernante venezolano, Nicolás Maduro, es difícil no concluir que Colombia está ayudando a legitimar una de las peores dictaduras del mundo.
Durante su visita a Caracas el 1 de noviembre después de haber reanudado las relaciones diplomáticas con Venezuela, el presidente izquierdista de Colombia posó sonriente junto con Maduro, invitó a Venezuela a reintegrarse a la Comunidad Andina y reiteró su decisión de retirarse del grupo de países que ha pedido una investigación de la Corte Penal Internacional (CPI) sobre los crímenes de lesa humanidad de Maduro.
Cuando entrevisté al embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, pocos días atrás, el diplomático me citó razones humanitarias, comerciales y pragmáticas para la normalización de las relaciones entre ambos países.
Primero, me dijo Benedetti, hay cinco millones de colombianos viviendo en Venezuela que se quedaron sin servicios consulares cuando el gobierno anterior de Colombia rompió relaciones diplomáticas con el régimen de Maduro. Estos colombianos se habían quedado sin documentos, sin pasaportes y sin poder certificar sus títulos universitarios, me dijo Benedetti.
En segundo lugar, dijo, Colombia había perdido un enorme ingreso de exportaciones a Venezuela. Mientras que en el 2008 Colombia exportaba casi US$8.000 millones anuales a Venezuela, esa cifra se ha reducido enormemente.
En tercer lugar, dijo el embajador, no hay razón para que Colombia no hable con Venezuela, cuando Estados Unidos se reunió con el dictador de Corea del Norte y habla con Irán e incluso con la propia Venezuela, argumentó.
Y sugiriendo que Petro se preocupa por los derechos humanos, el embajador me citó el hecho de que Petro ha invitado a Venezuela a reintegrarse a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Pero la mayoría de estos argumentos son muy cuestionables. Respecto de la acusación de que el expresidente colombiano Iván Duque había cometido un error al cerrar los consulados de Colombia en Venezuela, el expresidente Duque me dijo que no fue él, sino Maduro quien los cerró en enero del 2019.
En cuanto a la afirmación de que la ruptura de las relaciones con Venezuela había causado un desplome de las exportaciones colombianas a su país vecino, esa no fue la razón del derrumbe del comercio de Colombia. Lo cierto es que la economía de Venezuela está quebrada, y desde hace varios años no tiene fondos para comprar ni una pequeña fracción de lo que importaba hace más de una década.
En cuanto a la comparación de la reanudación de las relaciones de Colombia con Venezuela y el hecho de que Estados Unidos habla con sus enemigos, es una falsa equivalencia. Estados Unidos habla con Corea del Norte, Irán e incluso Venezuela, pero Washington no ha restablecido las relaciones diplomáticas con ninguno de ellos. No es lo mismo hablar con un país, que normalizar las relaciones y retirar peticiones de investigaciones sobre derechos humanos de la CPI.
Por último, la petición de que Venezuela se reincorpore a la CIDH es un buen gesto, pero minúsculo comparado con el espaldarazo político que le dio Petro a Maduro.
Según me dijo el dirigente opositor venezolano Leopoldo López, está bien que Petro intente ayudar a los colombianos en Venezuela, “pero eso no puede convertirse en una excusa para blanquear a una dictadura”.
Estoy de acuerdo. Maduro fue declarado presidente ilegítimo por más de 50 países después de que se reeligió fraudulentamente en el 2018. Además, el régimen de Maduro ha sido encontrado responsable de más de 6.700 ejecuciones extrajudiciales por parte del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Al visitar a Maduro en Caracas y tratarlo como un presidente legítimo, Petro está normalizando a un paria internacional. Eso envalentonará aún más a Maduro y sienta un precedente para que otros aspirantes a autócratas lleguen a la conclusión de que pueden quebrar todas las reglas de la democracia.
En lugar de ponerse del lado de las víctimas de la represión en Venezuela, Petro ha decidido legitimar a uno de los peores violadores de derechos humanos del mundo.
–Glosado y editado–
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