Tenemos un régimen presidencialista. La Constitución establece que al presidente se le elige por voto directo del pueblo, él es el jefe del Gobierno; por su parte, el Legislativo y el Poder Judicial hacen contrapeso a su figura. Por eso, en cada proceso electoral nos obsesionamos con los candidatos presidenciales. Vamos a elegir al hombre o mujer más poderoso del país y nos ocupamos de desentrañar su pasado, diseccionamos sus finanzas, hasta averiguamos con quién estudió en el kínder. Y eso está bien, sobre todo, si tenemos en cuenta la calaña de gobernantes que han pasado por Palacio. El problema es que en la misma cédula en la que aparece la foto del candidato presidencial, está la lista parlamentaria y de esa no nos ocupamos mucho. O marcamos por inercia tres veces el mismo símbolo o averiguamos a la pasada un par de números para hacer uso del voto preferencial. Por eso, cuando aparece un congresista impresentable, que últimamente es siempre, se le echa la culpa al elector de haberlo puesto ahí.
Sin restarle responsabilidad al ciudadano, ¿es realmente el culpable de que nuestro futuro esté en manos de gente tan inescrupulosa? ¿En serio nos hemos esmerado en elegir rateros, violadores, machistas, fanáticos? Sí, los hemos elegido, pero seamos sinceros, tampoco había mucho más que escoger. El menú que ofrecen los partidos es cada vez peor y, como ya lo hemos dicho antes, si vamos a un restaurante que nos ofrece puros platos que intoxican no podemos tener la culpa de terminar vomitando.
Pongamos un caso concreto para entender de qué hablamos. En el 2021 se presentaron 108 candidatos al Congreso por Lambayeque, región a la que le corresponden cinco escaños. Hablamos de un número bastante grande de postulantes como para que la población pueda conocerlos lo suficiente en tan poco tiempo. Obviamente lograron más votos los candidatos de los partidos que acumularon más preferencias para sus candidatos presidenciales. Por eso, los electores recibieron los siguientes platos del menú.
Hilda Portero de AP es investigada por el Caso “Los Niños”; Grimaneza Acuña Peralta de APP, hermana de César Acuña, es investigada por presuntamente meter mano en el sueldo de sus asesores; José María Balcázar Zelada que llegó con PL y hoy forma parte de la bancada Perú Bicentenario, es un entusiasta defensor del matrimonio infantil; María Córdoba, que llegó con RP y hoy la acoge Avanza País, está investigada por omitir en su declaración jurada que había trabajado para la empresa Lot, propiedad de su novio, en la que aparentemente sigue trabajando personal de su despacho pagado con los impuestos todos los peruanos. El quinto es Alejandro Aguinaga, de la vieja guardia fujimorista, que no necesita mayor presentación.
¿Empieza a hacerse más evidente el punto? Mientras nuestros restaurantes se esmeran por ofrecer los mejores menús del mundo; nuestros partidos políticos nos largan cartas que no nos libran de tremendas diarreas. Ya viene siendo hora de que dejemos en paz a los electores y empecemos a pedirles explicaciones a los líderes políticos para que se hagan responsables de su desprecio. Que respondan por cada lobby, robo y sinvergüencería que han hecho los suyos. ¿No llegaron acaso los “Niños” de la mano de Lescano? ¿No fue López Aliaga el que nos encajó esa lumbrera de Esdras Medina que se tiró abajo la Sunedu? ¿Y la contradictoria (no vamos a decir “tendera”, sino se molesta) Tania Ramírez no fue la ofrenda de Keiko al país?
Nadie se salva, pero sugiero poner énfasis en los que siguen lanzándose a la presidencia y pretenden convencernos de que aman el Perú. A ver si tienen un poco de vergüenza antes de venderse como salvadores de la patria, cuando tratan a los ciudadanos como individuos despreciables que merecen lo peor.