El inicio de año parece una página en blanco en la que todo está por escribirse, pero lo cierto es que mucho de lo que ocurrirá en los próximos 12 meses responde a tendencias que vienen de atrás y sobre las cuales no hay tanto margen de acción. En el ámbito de la política nacional, es posible distinguir ya algunos de los temas más relevantes de la agenda, así como vislumbrar sus posibles derroteros.
Presidente débil: Como sabemos, el Perú eligió presidente al candidato que obtuvo 17% del total de votos en la primera vuelta y que ganó ‘por un pelín’ en la segunda vuelta. Eso configura una presidencia débil en cualquier régimen democrático. Como es habitual, en los primeros meses de gobierno, Pedro Pablo Kuczynski contó con una aprobación elevada, pero ya empezó el declive. Sus antecesores también cayeron rápidamente. Al finalizar su primer año de gobierno Toledo tenía 16%, García 32% y Humala 40%. Si se asume que el promedio de los tres es un buen ‘proxi’, PPK podría concluir su primer año de gobierno con alrededor de 30% de aprobación.
Oposición agresiva: Conforme disminuya el apoyo popular al presidente, la oposición se sentirá impelida a incrementar los decibeles de sus críticas. Un número a mirar será la aprobación al desempeño de Keiko Fujimori. La presidenta de Fuerza Popular concluyó el 2016 con 37% de aprobación, no muy lejos del 33% de la votación total que obtuvo en la primera vuelta. Con el apoyo del fujimorismo podría mantenerse alrededor de esa cifra. Sin embargo, como aspira a ser gobierno en el futuro, seguramente procurará ir más allá. Lo que está por verse es la estrategia que seguirá para salir del gueto fujimorista.
Corrupción en primera plana: Las revelaciones del caso Odebrecht y las que vengan de otras empresas brasileñas tendrán en vilo a la ciudadanía durante todo el año. El impacto sobre los partidos que fueron gobierno los últimos 15 años será devastador. El hecho de que el presidente Kuczynski haya sido primer ministro de Toledo en una época en que se pagaron algunas de las grandes coimas hará que el escándalo le salpique, así sea completamente inocente, como se presume. Al no haber sido parte del gobierno durante los últimos 15 años, quien más podría capitalizar esta crisis es Fuerza Popular. No le será fácil, sin embargo, convertirse en el adalid de la lucha contra la corrupción dado el infausto recuerdo de los noventa en esa materia. Por lo que las consecuencias de esta crisis podrían abrir el camino a una nueva figura política.
Economía bajo presión: El gobierno viene dando importantes avances en destrabar proyectos y simplificar normas, tanto para agilizar la inversión pública como para promover la inversión privada. Es de esperarse que estas iniciativas den resultados en el curso del año. Sin embargo, la política podría interferir en este proceso si no se tejen buenas relaciones con el Congreso en esta materia o si el caso Odebrecht termina frenando o paralizando algunos proyectos en desarrollo, como el gasoducto del sur.
Conflictos sociales: Mientras la izquierda parlamentaria se debate entre apoyar al gobierno en ciertos temas frente al fujimorismo u oponerse abiertamente en otros, la extrema izquierda sigue trabajando en el interior del país con el objetivo de capitalizar la desconfianza campesina contra los grandes proyectos de inversión. Está por verse si el gobierno podría anticiparse a estos conflictos de manera que consiga desactivarlos antes de que estallen y si podrá trabajar con los gobiernos regionales para lograr neutralizar a los extremistas y a los oportunistas que pretenden pescar en río revuelto.
Conclusión: ¿Qué podemos hacer frente a estas perspectivas? Al presidente le corresponde asumir plenamente su rol de jefe de Estado, de presidente de todos los peruanos. Si pierde la compostura y se comporta como jefe de un partido, quizá gane algunos aplausos, pero solo estará complicando aun más su limitado margen de maniobra. Debe, más bien, liderar y entusiasmar a la ciudadanía al logro de sus objetivos. A la oposición, por su parte, le toca ser responsable. Lo fácil será criticar o incluso censurar. El país estará observando su conducta. Cualquier abuso de poder le cobrará en el futuro. En cambio, si contribuye positivamente, le llegará el tiempo de cosecha. A los empresarios, les corresponde no desanimarse. El Perú sigue siendo un país de grandes oportunidades y este gobierno tiene la mejor disposición para impulsar la inversión. A la prensa, le toca no echar leña al fuego. Está bien que fiscalice y que nos entretenga cubriendo los dimes y diretes de los políticos, pero sería irresponsable jugar a ser agoreros del desastre. El desarrollo del país necesita el aporte de todos.