A pesar del importante avance en el proceso de vacunación, el Perú todavía sigue rezagado a nivel regional (37% de la población ha sido vacunada con dos dosis; por debajo todavía de países como, por ejemplo, Ecuador y Brasil). El camino por recorrer, por tanto, todavía es largo y requiere de la atención y esfuerzo de todos. No solo se trata de asegurar la disponibilidad de vacunas, sino también de resolver los distintos “cuellos de botella” que aún pueden subsistir y disipar los temores entre ciertos sectores de la población que siguen reacios a vacunarse. Así, todos pudimos observar con asombro la baja afluencia a los vacunatorios para ciertos grupos de edad y descubrir con preocupación que muchas personas no regresaban para completar su vacunación con la segunda dosis de refuerzo. De hecho, mis colegas del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico (CIUP), Matthew Bird, Feline Freier, Paula Muñoz y Samuel Arispe, mostraron, en una reciente columna en este mismo Diario, cómo muchos peruanos todavía rechazaban vacunarse. En particular, de acuerdo con una encuesta que realizaron a 2.000 personas en el mes de julio, ellos encontraron que 13,8% de los encuestados no estaban dispuestos a vacunarse. Descubrieron, además, que son las mujeres las personas de nivel socioeconómico más bajo, los ciudadanos del interior del país y los jóvenes los que muestran un mayor rechazo a la vacunación. Esto es particularmente preocupante porque se trata en muchos casos de los grupos más vulnerables de la sociedad y a quienes precisamente deberíamos esforzarnos más por proteger.
Las noticias falsas o ‘fake news’ propaladas en las redes sociales han jugado un rol clave en este problema. Lamentablemente, esta situación no es exclusiva del Perú y se observa en países pobres y ricos. No en vano el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Ghebreyesus, resaltaba en su momento que no solo estábamos luchando contra una pandemia, sino que luchábamos a la par contra una infodemia, una pandemia de desinformación. Ahora bien, ¿podemos hacer algo para contrarrestar estas noticias falsas en estos grupos vulnerables y, por tanto, ayudar en su disposición a vacunarse? La investigación de Alex Armand (Univ. Nova, Portugal), Britta Augsburg (Institute for Fiscal Studies, Inglaterra), Antonella Bancalari (Univ. St. Andrews, Escocia) y Kumar Kameshwara (Univ. Bath, Inglaterra) en asentamientos humanos de la India puede dar luces al respecto. En la India, las noticias falsas también son un problema serio de salud pública (por ejemplo, circuló mucho la creencia de que los vegetarianos eran inmunes al COVID-19). Los investigadores querían constatar qué tan efectivos pueden ser los mensajes de doctores que corrigen estas creencias falsas a través de los teléfonos celulares (vía mensajes de voz y WhatsApp). Para aumentar el impacto, se escogieron doctores que trabajasen en hospitales reconocidos localmente, lo que seguramente incrementa la credibilidad y la cercanía con la población. Este tipo de intervenciones son interesantes porque son poco costosas y fáciles de escalar a una importante proporción de la población. Sin embargo, como todas las personas que recibimos diariamente innumerables mensajes en nuestros celulares, sabemos que difícilmente prestamos atención a este tipo de mensajes. ¿Cómo podemos, además, asegurarnos de que le presten atención a estos mensajes? Los investigadores también abordan esta problemática y buscan solucionarla a través de incentivos monetarios. Para que esto no sea oneroso y la intervención no deje de ser costo-efectiva, los investigadores desarrollan una rifa que ofrece un premio monetario relevante para aquellos que demuestren haber revisado la información enviada. Los resultados preliminares de este experimento son alentadores: en primer lugar, los mensajes de doctores incrementan la probabilidad de no estar de acuerdo con las noticias falsas. Asimismo, y más interesante aún, los mensajes logran incrementar la disposición a vacunarse en esta población. Estos resultados se dan principalmente entre aquellos a los que se les ofrece la rifa para que presten atención.
Combatir la desinformación y apoyar el proceso de vacunación requiere de creatividad y empeño. No solo es una labor del Estado, sino que necesita de la colaboración directa y el compromiso de todos en la sociedad. Sigamos trabajando para superar este terrible episodio, que ha costado la vida de tantos peruanos.