Cuando ocurren enfrentamientos como el que protagonizaron serenos de Miraflores y Lima la semana pasada, es bueno preguntarse qué sucedería si, como reclaman algunos distinguidos opinólogos, estos cuerpos de seguridad municipales tuvieran en su poder pistolas, rifles y otras armas letales, dizque para enfrentar con eficacia a la delincuencia.
A la luz de los antecedentes, la respuesta se cae de madura: cada municipio o, mejor dicho, cada alcalde tendría bajo su mando un pequeño ejército particular que, pueden apostarlo, no utilizaría solamente para combatir a arrebatadores, ‘cogoteros’, ‘marcas’, ‘raqueteros’ y traficantes de droga al menudeo. Lo usaría también para resolver otras diferencias, sea un colega impertinente por un asunto fronterizo o un vecino terco acusado de pasarse de faltoso.
No exagero. Ya ha habido choques violentos por quítame estas pajas. El año pasado, San Isidro y Magdalena escribieron otra bochornosa página en su eterna contienda limítrofe cuando serenos y vecinos convirtieron una cuadra de la Avenida del Ejército en un campo de batalla. ¿El motivo? Un letrero que el municipio sanisidrino colocó en una urbanización que su vecino reclama como propio.
Las piedras volaron de uno y otro lado, quebrando la tranquilidad del vecindario. Algo similar ocurrió tiempo atrás, a unas cuadras de allí, en el cruce de las avenidas Javier Prado y Juan de Aliaga. Los modales de salón cedieron su lugar a la discusión arrabalera, acompañados por varazos, puños, patadas y otros cariños bonitos.
La violencia utilizada en estos choques permite vislumbrar qué podría ocurrir si uno de estos vigilantes portara un arma. Por lo pronto, en la pelea del último sábado en el puente 28 de Julio, ocho agentes resultaron magullados. Y se denunció que algunas radios se perdieron en la trifulca.
Si esto sucede en Lima, en municipalidades modernas, dueñas de altos ingresos, que se supone cuentan con personal capacitado para afrontar situaciones de crisis, imaginen por un segundo qué podría ocurrir en comunas más distantes, en momentos de mayor conflictividad social.
Ayer, el propietario de una agencia de viajes fue baleado mientras tomaba desayuno a una cuadra de la Municipalidad de Breña, muy cerca de la sede de Migraciones, una zona donde la custodia policial no escasea. Sucesos como este, usuales en nuestro desangrado Perú de hoy, generan encendidos reclamos de mayor eficacia policial, en los que nunca falta el pedido de armar a los serenos. Considerarlo siquiera sería un enorme error. Además de ser personal que no se encuentra preparado para cumplir esa función, depende de alcaldes que siguen creyendo que su municipio es un pequeño país donde pueden hacer lo que les venga en gana.
La inseguridad ciudadana no se combate solo con armas. Requiere planes, estrategia, liderazgo y autoridades que, además de coraje para tomar decisiones, tengan un amplio y desinteresado sentido de ciudadanía. En suma, que trabajen con responsabilidad.