En estos tiempos de incertidumbre y turbulencia, atrapados como estamos por el mal menor (o el miedo mayor), vale la pena sostener el ánimo con las buenas nuevas sobre Lima.
Desde hace muchas décadas, la capital es el centro de una expansión dramática. También es una de las ciudades con mayor historia en la América Latina (solo México podría competir). Centro de un imperio colonial, Lima fue una de las ciudades más codiciadas por virreyes, piratas y comerciantes. El siglo XVIII, con la creación de otros virreinatos, inició su declive (Paul Groussac, en su visita a nuestra ciudad, habló de “una grandeza melancólica venida a menos”). El centro de Lima inició su decadencia a mediados del siglo pasado, desde la construcción de las avenidas Abancay y Tacna. A pesar de los logros que tuvo luego el alcalde Alberto Andrade por recuperarla, y de otros aportes a cargo de los arquitectos Hans Gunther y Augusto Ortiz de Zevallos, la obra por hacer requiere muchos años. Con frecuencia me he preguntado si es posible redimir hoy la ciudad de Lima.
Sí, es posible. Y es una realidad. El equipo de Prolima, bajo la gerencia del arquitecto Luis Bogdanovich, y con la promoción e iniciativa del alcalde Jorge Muñoz, se ha propuesto que la capital recupere su riqueza y de paso, su autoestima.
Debo estos datos a la generosa contribución del arquitecto Bogdanovich. En la primera etapa del nuevo proyecto, cuarenta y un cuadras del Centro Histórico se convertirán en calles peatonales. Las calles estarán hechas de los antiguos materiales (adoquines de piedra granítica para la calzada, basalto y pizarra para la calzada). El proyecto incluye pescantes, luminarias de brazo hechas de fierro fundido, que salen de la pared y no postes. Hace dos semanas se empezaron estas obras.
Con la iluminación, el proyecto incluye recuperar las plazuelas: San Francisco, Santo Domingo y la Plazuela del Teatro. Todas ellas se están repavimentando con piedras y arborizando. Además, cada una recuperará las bancas, bebederos de agua y faroles que tuvieron en sus inicios.
Las plazuelas están ligadas a las iglesias, uno de los centros de cualquier ciudad. Ya se está restaurando la iglesia de Santa Rosa de la Avenida Tacna (en cuyo interior se ha encontrado una maravillosa pintura del “huerto cerrado”). Ocurre lo mismo con la iglesia de la Recoleta en la Plaza Francia y la de las Trinitarias Descalzas, que recuperará su antigua pintura mural. En la Alameda Chabuca Granda, por otro lado, se ha encontrado y se restaurará el antiguo molino de Jerónimo de Aliaga (el compañero de Pizarro en la conquista), que se construyó en 1540. Lo mismo puede decirse de partes del Palacio veneciano de la Casa Concha. También veremos rehabilitada la Plaza Dos de Mayo (una de las más bellas de América Latina) y la Plaza Bolognesi. A propósito de esta última, recordamos que el dictador Odría cambió la estatua del héroe de Arica por la que hay ahora, bastante desproporcionada (no hay que confiar en los gustos de los dictadores). La escultura desplazada de Bolognesi está en el Real Felipe y espera ser recuperada.
Mañana se terminan las obras en el Dos de Mayo. El siete de junio, las de la Plaza de Bolognesi. La restauración de La Recoleta se termina en julio y la de Santa Rosa, en agosto. Que los limeños nos sintamos identificados y orgullosos del lugar donde vivimos es un derecho y una necesidad. Es un motivo de este proyecto de la Municipalidad de Lima y de Prolima. Buenas nuevas, como el agua en el desierto en el que estamos.