Las recientes elecciones para presidentes regionales y alcaldes no resultaron muy tranquilas que digamos. Hubo serios desmanes y la palabra fraude se hizo eco en diversas localidades. Tras esto los organismos electorales deberían estar trabajando ya, para recuperar la confianza de los electores.
El fortalecimiento de la democracia pasa por elecciones que no dejen dudas, y el perfeccionamiento del sistema democrático se sostiene sobre la certeza de que la voluntad popular (la de todos y cada uno de nosotros) no será torcida, “en mesa” (como refiere un recordado audio filtrado en la pasada elección), en el conteo, en la digitación y menos aún en el actuar de los organismos electorales.
Las últimas justas derivaron en más de 120 protestas violentas por una sensación de fraude, que es el simple reflejo de la falta de confianza. No pueden dejarse piedras en el camino hacia las presidenciales porque en el 2016, cualquier chispazo de falta de transparencia podría incendiar la pradera. Esta vez el propio “Registro Nacional de Identificación y Estado Civil”, RENIEC, echó kerosene a la fogata de la sospecha y le puso plumas a los “golondrinos”.
Sin ir muy lejos, las elecciones en el distrito de San isidro se agitaron por la supuesta existencia de votos golondrinos, es decir gente que consigna dirección en un distrito que no le corresponde para votar por un determinado candidato (arreglo partidario de por medio). San Isidro es un distrito de gente mayor y tranquila, y al fin y al cabo la cosa no pasó de dimes y diretes.
Pero en medio de esto aparece un problema bastante serio: ante las revelaciones periodísticas sobre “golondrinos”, el jefe de RENIEC, sí el jefe ingeniero Jorge Yrrivaren, apareció muy orondo en varios programas afirmando la existencia de 109 votantes golondrinos que consignaban como dirección una oficina de la propia municipalidad sanisidrina. ¿Resultado? Indignación generalizada de quienes no votaron por el ganador señor Manuel Velarde (es decir 70.4% de vecinos que optaron por otros candidatos). De Hecho como decía el criminal dictador soviético Stalin, en sus escasos momentos de lucidez,: “Aquellos que votan no deciden. Quienes cuentan los votos deciden todo”.
Yrrivarren tras agitar a los sanisidrinos siguió y dijo en el programa de Jaime de Althaus, que se configuraban dos delitos: falsedad ideológica y el de “intencionalidad” (contra la voluntad popular), anunciando que el caso pasaría al Ministerio Público para investigación. Y lo repitió en RPP ante Raúl Vargas y otros.
La elección de San Isidro estuvo reñida. El conteo rápido invirtió los resultados del flash electoral, y la “foto final” fue muy distinta a la que las encuestas señalaron por semanas. “Algo está pasando”, pensaron algunos y aparece Yrrivarren para confirmar los “golondrinos”, es decir los votos tramposos. Luego el jefe de RENIEC afirmó que había “seguramente” más de esos votos porque la población electoral sanisidrina había crecido en 4 años más de 5%, (fue en RPP). ¿Qué pasa ahora? Nada más y nada menos que su entidad dice que no hay “golondrinos”. ¿Total?
Así las cosas el incendiario Yrrivarren debiera pedir perdón e irse a patinar. Su extraña conducta no genera el clima de tranquilidad y confianza para el 2016. La democracia necesita instituciones y funcionarios confiables. Y ¿aquí no pasó nada?