En el mediodía del lunes, fue el mensaje a la nación para hablar de las medidas de contención ante el posible arribo de pasajeros infectados con la nueva cepa británica. En la noche de ese día, la ministra Pilar Mazzetti, informó en conferencia de prensa de nuevas restricciones para evitar el relajo que trae contagio en estas fechas festivas. Desde ayer hasta el 4 de enero, el toque de queda en Lima rige desde las 11 p.m., se cierran las playas y se reduce a 40% el aforo en centros comerciales.
El gobierno ha comprendido que la pandemia es el fin, el medio y el mensaje principal. Valga ese descubrimiento a un mes de gestión. Ahora bien, Vizcarra también tuvo esa iluminación cuando decretó algunas de las más drásticas medidas el 15 de marzo pasado. Y ello no evitó que estuviésemos entre los más golpeados del mundo. Las restricciones no bastan por sí solas, si no trabajamos en las condiciones de servicios e infraestructura para que todos las cumplan; si no fortalecemos el aparato sanitario para detectar, aislar y atender a los infectados.
Por eso, hay que celebrar esta nueva ‘pandemización’ de la agenda, pues sin duda el COVID-19 es el principal de nuestros problemas. Más aún, que los bloqueos de carretera originados por el conflicto agrario. Si dudan de esto último, fíjense cómo el virus está arruinando la mejor fecha comercial del año para cientos de miles de empresarios y nos está fregando la vida social.
Pero a la vez, hay que preocuparse y estar alertas de que no suceda lo que pasó en el ‘vizcarrato’: fuimos en exceso restringidos en nuestras libertades y en exceso revolcados por la ola. Para qué persistir en los sacrificios si no se va a avanzar con la misma previsión que otros países en cerrar tratos con los laboratorios de punta, si ni siquiera tenemos disponible la herramienta de autovigilancia digital Perú en Tus Manos que debió estar lista un semestre atrás, si no se amplía significativamente la capacidad de testeo y se mejora el tratamiento de la enfermedad.
No solo queremos saber de muertos y camas UCI, queremos saber de remedios, vacunas y prevenciones. Queremos anuncios que no solo sean de restricciones y queremos recibir propaganda que no solo apele al miedo; sino a la expectativa de que todo tiene solución. Con ella se logran los mismos efectos que con el pánico a la segunda ola; y la pasamos mejor en el intento.
Para lograr esos buenos y creíbles anuncios hay que dejar el chip del funcionario medroso y ponerse el chip del ‘tengo que resolver esto ya’: ‘fast track’ para negociar y sinceridad para comunicar las trabas. Que el último anuncio del año sea de un logro, aunque sea de uno solito. ¡Feliz Navidad!