“Votar por Keiko es inmoral”, me escribe una amiga por WhatsApp. “Votar por Castillo es destruir el futuro de mis hijos”, escribe otro amigo en Facebook (y omito los tuits). Estas antagónicas afirmaciones comparten mucho: son autoreferenciales –mi moral, mis hijos–, cuando la elección es colectiva; son polarizantes e intolerantes –no atacan un proyecto político ni a los candidatos, sino al votante discrepante–, y son categóricas, a pesar de predicar cosas contingentes, discutibles.
El déjà vu es inevitable. Vivimos similar trance en el 2000, 2001, 2006, 2011 y 2016, cada vez más exacerbadamente, conforme se extendían las redes sociales. No es casual: la intolerancia genera que la historia se repita porque funciona bajo un esquema de suma cero. Para Nietzsche, el eterno retorno supone que el tiempo es infinito, pero la materia es finita, y tarde o temprano la materia va a reproducir comportamientos previos. La historia se repite.
Más allá de las leyes de la astrofísica –conservación de la materia y la energía–, aplicar tal razonamiento a la interacción humana refleja una mentalidad de suma cero: lo que gana el otro me lo quita a mí y viceversa. Pero la riqueza no es materia, sino transformación –acción humana, según Mises–, bienestar práctico, funcionalidad utilitaria. Según el físico Jeffrey West, cuando se duplica la población de una ciudad todos los indicadores de bienestar (desde salarios hasta oferta cultural) aumentan en 15% promedio por persona. Convivir e interactuar crea nueva riqueza (13.03.21).
En la mentalidad de crecimiento (‘growth mindset’) todos pueden ganar (‘win-win’). Es inclusiva y colaborativa, gestiona desde la abundancia (lo que se tiene y su potencial). El mejor ejemplo es el boom gastronómico: un ecosistema donde todos se benefician (el programa “Aventura Culinaria” de Gastón Acurio daba tribuna a su potencial competencia) y la categoría crece. El mejor contraejemplo sería el entorno político de los últimos cinco años: gestionando desde la carencia y la escasez –el poder que quisiera tener y me falta– se impidió el éxito del contrincante: obstruccionismo, vacancias, disoluciones, penalización, etc.
Por eso, más importante que la ideología política es la mentalidad. La mentalidad no implica ideología, pero sí viceversa. El comunismo está repleto de sumas cero: plusvalía, alienación, lucha de clases. Tal vez por eso no ha funcionado ni en Alemania (Oriental). Obviamente el fascismo, con sus consabidos chivos expiatorios, también. Incluso el conservadurismo social, cuando pregona que la familia tradicional solo puede sobrevivir (y ser feliz) si no se permite otro tipo de familias (y felicidades). Y hasta el antinatalismo malthusiano, planteado originalmente desde la tradición liberal, implica una suma cero. Pero ni la riqueza ni la felicidad preexisten; las crea el ser humano.
Las primeras encuestas tras la primera vuelta muestran una polarización típica de suma cero. Lima y niveles socioeconómicos altos a un lado y todo lo demás al otro. Nunca había sido tan así. Y es que la pandemia ha desnudado nuestra precariedad social. En las tres últimas décadas, literalmente millones de peruanos salieron de la pobreza y la desigualdad se redujo (¡no aumentó!), pero gran parte de eso se perdió en estos 13 meses. En un país con 70% de informalidad, la ley –el Estado, la burocracia–, con sus costos exorbitantes y su inefable ineficiencia, dramáticamente encarnada en la salud pública, es el principal diferenciador y el principal excluidor. Pero no nos engañemos, su principal aliado, y hasta su causa eficiente, son todas aquellas expresiones de la mentalidad de suma cero que dividen a los peruanos en orillas contrarias: desde el clasismo y el racismo, hasta las teorías que abogan por la lucha de clases y las expropiaciones (suma cero por excelencia).
Si usted, estimado lector, al ver el título de este artículo esperaba una crítica a la mentalidad “primitiva” o “inmoral” de ciertos votantes, simplemente lo invito a preguntarse cómo enfrentará esta elección: mentalizado en inclusión y crecimiento (suma positiva) o en exclusión y conflicto (suma cero).