La feria del libro de Lima se inicia hoy con casi un centenar de invitados de todo el mundo. En la etapa inicial, escritores, investigadores, editores y traductores de primer nivel conversarán alrededor de un tema nuclear: el universo Vargas Llosa. Gracias a la Cámara del Libro, que preside José Carlos Alvariño, el país invitado es más bien un universo literario que ha ido acompañando la vida de lectores en todo el mundo. Una exposición biográfica ilustrativa, curada por Ana Osorio, puede verse también en el recinto de la feria.Vargas Llosa es, efectivamente, un universo. Sus personajes viven en todos los tiempos y espacios. En sus novelas, ha recreado las geografías, la historia, las costumbres, las psicologías regidas por pasiones como la rebeldía, la utopía y la búsqueda moral. Su universo nos ofrece una diversidad de planetas que siguen iluminando escenas claves. En una de ellas, los cadetes miran el dado con el número cuatro que designa al Cava para robar el examen de química. En otra, después de horas de conversación intemporal, Santiago Zavala le pregunta a Ambrosio si su padre le mandó a matar a La Musa. En otra, Pantaleón está avanzando por el río con su tropa de visitadoras, que ha conocido gracias a la Shushupe. En otra, Antonio Imbert y sus amigos esperan al dictador Trujillo la noche del 30 de mayo de 1961. Las escenas de nuestra memoria de lectores podrían continuar. Allí hay otros personajes como la Niña Mala, el ‘Conseilhero’, Casement y Pedro Camacho. Todos estos personajes saltan de sus páginas, se encuentran los unos con los otros y hablan de sus temas comunes: la insubordinación contra la realidad, el derecho a la fantasía, la búsqueda de la verdad. El poder de persuasión de sus novelas los mantiene vivos y, gracias a ello, los recordamos y los queremos. La magia del arte consiste en hacer que nos parezcan reales los personajes de ficción.
Pero la figura de Vargas Llosa excede la de un novelista o un escritor. Es también una figura cívica que ha influido en momentos decisivos en nuestro país. Su prédica de las políticas económicas, su homenaje a los héroes castigados de la historia (que en sus novelas encarnan personajes como Urania y Jum, entre otros), su defensa de la democracia han definido muchos de los eventos de nuestro país. Creo que no hay otro escritor en el mundo que tiene su capacidad de influencia en temas sociales y cívicos. Asimismo, siempre mostró una enorme generosidad para con los escritores jóvenes a quienes ayudó a promover.Recuerdo la tarde de algún día de 1966 en la que mi padre regresó a la casa y blandió en el aire su ejemplar de “La Casa Verde” ante todos nosotros. Recuerdo también que leí “La ciudad y los perros” poco antes de terminar el colegio. De pronto, La Punta, la plaza Manco Cápac y la calle Diego Ferré me parecían escenarios sagrados. Supe que no serían los mismos desde entonces. Cuando entramos a la Universidad Católica, cerca de la avenida Tacna, algunos de nosotros memorizamos las primeras líneas de “Conversación en La Catedral”. Aun cuando escribió sobre otros países, el Perú siempre estuvo presente en su narrativa. Personajes extranjeros como Roger Casement viven parte de sus vidas en la selva peruana. En el Brasil de “La guerra del fin del mundo” se reproducen situaciones sociales y antropológicas del Perú. Muchos factores se dieron en su formación y uno de ellos fue su gran maestro, Raúl Porras Barrenechea. Una vida y una obra que son un universo. Mucho que celebrar para sus lectores, habitantes privilegiados.