La huachafería y la alienación son taras comunes de la política peruana. Los izquierdistas, por ejemplo, suelen rendirle pleitesía a modelos y líderes comunistas de otros países, con algunos tuiteando frases ridículas como “te llevo en el lado izquierdo del pecho desde q[ue] recuerdo. Hasta siempre, comandante, te quedas en los sueños de mejores futuros” (Lucía Alvites, tras la muerte de Fidel Castro). Pero la derecha no se queda atrás, sobre todo la más conservadora, que se mantiene poco crítica con las trapacerías de dictadores como Pinochet o que insiste en rendirle una extraña devoción a la corona y tradición españolas (más por lo que quisieran ser que por lo que son).
Un ejemplo de esto último se vio hace pocas semanas, con tres bancadas parlamentarias –Renovación Popular, Avanza País y Fuerza Popular– reuniéndose con representantes del partido de extrema derecha español Vox. “Compartimos nuestra preocupación sobre el avance del comunismo y reafirmamos nuestro compromiso en defensa de la libertad y democracia”, dijo, a propósito del encuentro, la excandidata presidencial Keiko Fujimori.
El mensaje que quiere darse es claro: tenemos un Gobierno comunista (lo es) y apelaremos a aliados internacionales para hacerle frente. Pero combatir el radicalismo de Cerrón y sus esbirros estrechándole la mano a una organización desvergonzadamente xenofóbica, homofóbica y de cuestionables credenciales republicanas es dar un giro en el camino equivocado. De hecho, hay muchas similitudes (aunque también palmarias diferencias) entre los discursos de Perú Libre y Vox, que más de uno de los que “conversaron” con los españoles de marras suelen criticar cuando viene de los primeros. Para empezar, el populismo de ambos es evidente y también la pretensión nativista de presentarse como los defensores de los “verdaderos” ciudadanos de sus naciones. Pretexto ideal para todo tipo de exclusiones y fórmula propicia para dividir a los habitantes de un país entre “buenos” contra “malos” (la “España viva” contra los antiespañoles, los ricos contra los pobres, el limeño contra el provinciano).
“Somos la España que no necesita mirar encuestas ni leerse un periódico para saber cuál es el discurso de moda”, dice, por ejemplo, la página de Vox. Una frase que bien podría salir de la boca de Vladimir Cerrón si hablase del Perú.
Pero la entente simbólica entre la extrema derecha española y los partidos de oposición peruanos es solo un síntoma de todo lo que estos últimos vienen haciendo mal. Más allá de lo nocivo del proyecto de gobierno de Perú Libre, es innegable que han sido más astutos políticamente que sus adversarios, que pisan cuanto palito se les pone enfrente (como el berrinche que armaron en el hemiciclo cuando el otrora ‘premier’ Guido Bellido habló en quechua). Y, para colmo, no se les ocurre mejor idea que afiliarse con el grupo que mejor representa el fantasma “colonial” del que Castillo y sus secuaces no se cansan de hablar…
La sensatez de la oposición será todavía más importante con este nuevo Gabinete. Como atinadamente ha dicho Michael Reid: “Sería un error pensar que […] representa un movimiento al centro. Representa una izquierda radical, pero más ordenada y experimentada”. Además, a pesar del ‘show’ indignado de Cerrón, el equipo ministerial le hace un guiño con un ministro del Interior que ha sido abogado de Perú Libre, su líder y del mismo Bellido. Pero el nuevo Consejo de Ministros, con Mirtha Vásquez a la cabeza, sí tiene más ‘leverage’ político que el anterior, liderado por un torpe matón de cantina. Así, el contrapeso legislativo debe actuar con mayor astucia, eligiendo sus batallas con inteligencia, entendiendo que ha cambiado el empaque mas no el contenido y olvidándose de los forasteros extremistas (ya tenemos suficiente con Evo Morales, por auspicio de Cerrón) que están lejos de fomentar la urgente lucha por la libertad.