Desde la promesa de César Acuña de un instituto técnico del Senati en cada capital de provincia hasta la de Julio Guzmán para edificar un centro de alto rendimiento para deportistas en cada región, las propuestas electorales para construir elefantes blancos no son escasas en la campaña electoral. Pero si los elefantes blancos son populares durante los meses previos a los comicios, aún lo son más los elefantes cubiertos en petróleo.
En efecto, varios candidatos presidenciales favorecen de una manera u otra la continuación de las operaciones de Petro-Perú en el mercado local. Previsiblemente, la candidata por el Frente Amplio, Verónika Mendoza, apuesta por un involucramiento mucho más decidido de la petrolera estatal. “La empresa debe participar en toda la cadena productiva, desde la extracción, transporte, refinación y comercialización”, señaló la señorita Mendoza al respecto. Es decir, independientemente de que la compañía pública en cuestión haya tenido pérdidas por S/218 millones durante el 2014 –forado financiero que cubrimos luego todos los peruanos–, la congresista insiste en que su participación en la economía debe ser mayor, no menor.
El Frente Amplio, sin embargo, no es el único partido interesado en preservar al ineficiente elefante encubierto. En agosto del 2015, César Acuña, entonces presidente de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales y hoy candidato por Alianza para el Progreso (APP), hizo suyo el pedido para que Petro-Perú asuma la operación del lote 192 y, en el proceso, el Estado desconozca los candados de la Ley 30130 (que limitan la participación de la empresa) y los compromisos asumidos previamente con operadores privados. Recientemente, el líder de APP anunció que bajo un eventual gobierno suyo la refinería de Talara –quizá el mayor elefante blanco en ciernes– no se privatizará.
Por su parte, es conocida la posición de Keiko Fujimori, candidata por Fuerza Popular, a favor del fortalecimiento de Petro-Perú. Aparte de también apoyar su incursión en el lote 192, la señora Fujimori indicó: “Petro-Perú debería convertirse en un Ecopetrol, donde haya eficiencia y se generen utilidades para nuestro país”. La comparación, sin embargo, quizá no fue de lo más afortunada. La verdad es que, como consecuencia en parte de la caída del precio internacional del crudo, el valor de Ecopetrol –petrolera estatal colombiana– ha pasado de US$136 mil millones en el 2012 (similar a British Petroleum en aquel entonces) a US$14 mil millones a finales del 2015 (British Petroleum conserva hoy US$100 mil millones de valor aproximadamente). En vista de ello, Ecopetrol reduciría sus inversiones en el 2016 en 40%.
Incluso Pedro Pablo Kuczynski, quien ha fustigado en numerosas ocasiones a Petro-Perú por el alto precio de la gasolina a los consumidores, se manifiesta partidario del “reforzamiento institucional” de la empresa. Así, el plan de gobierno de Peruanos por el Kambio propone capacitar al personal de Petro-Perú y darle un “giro más agresivo” a la reestructuración organizacional para “redefinir su rol y determinar qué tipo de actividades realizará en la industria”. No obstante, desde este Diario pensamos, justamente, que la definición del rol y el tipo de actividades de las empresas públicas debería ser incluido como un componente esencial en los planes de gobierno.
Si algo ha demostrado la abrupta caída del precio del petróleo en los últimos 18 meses es que la explotación petrolera es todo menos un negocio seguro y que, por tanto, financiarlo con el dinero de los contribuyentes no solo es irresponsable sino moralmente cuestionable. Asimismo, la mejor prueba de que la refinería de Talara resulta un desperdicio de recursos del sector público es que el sector privado no está dispuesto a invertir en ella.
En resumidas cuentas, pues, no deja de resultar curioso que en una elección en la que los candidatos prometen retomar el crecimiento económico a través de un Estado más eficiente y mayor inversión del sector privado, se proponga justamente mantener y hasta fortalecer a la empresa pública que es símbolo de ineficiencia estatal y retraimiento de la empresa privada. Por demagogia, ideología o falta de convicción, algunos elefantes se niegan obstinadamente a la extinción.