A una semana de cumplir su primer semestre en el cargo, el presidente Pedro Castillo finalmente le concedió una entrevista a un medio periodístico. La última vez que había realizado este ejercicio fue hace más de 250 días, cuando todavía se desempeñaba como candidato antes de la segunda vuelta electoral del año pasado.
La primera conclusión de la entrevista ofrecida por el jefe del Estado al periodista César Hildebrandt, director de “Hildebrandt en sus trece”, es que resulta muy complicado extraer alguna información novedosa de esta. De hecho, el mandatario no proveyó ninguna frase que merecía ser destacada como titular. No realizó ningún anuncio sobre nuevas acciones que emprenderá su gobierno, tampoco dio una explicación convincente sobre sus visitas nocturnas y furtivas a la casa de Breña o sobre la designación de personas claramente inapropiadas para los cargos en los que se las nombra, ni mucho menos hizo un mea culpa por actitudes que han mellado su imagen de cara a la ciudadanía, como han recogido innumerables encuestas. En buena cuenta, podría decirse que sus respuestas son bastante sintomáticas del rumbo que ha tomado su administración en su primer medio año de funcionamiento; esto es, atrapada entre la generalidad y la medianía.
Sobre lo primero, por ejemplo, dan cuenta sus declaraciones frente a la pregunta de los poco asolapados intentos del Ejecutivo para sabotear, entre otras, la reforma de transporte y contribuir a la informalidad en dicho sector gracias al trabajo del ministro Juan Francisco Silva. “La informalidad no es novedad, es algo histórico”, sostiene, para luego esgrimir que “los peruanos tenemos que entender las cosas y ubicarlas en su lugar”.
Sobre lo segundo, aparece su explicación respecto de por qué si afirma abrirles las puertas del Gobierno a “las personas más idóneas” ha terminado nombrando al excongresista Daniel Salaverry en una entidad como Perú-Petro, para la que evidentemente no está acreditado. “Ese es el caso en que llamamos a gente que ha sido crítica con nosotros”, explicó el presidente, confundiendo, de paso, tolerancia con idoneidad, y obviando que Salaverry fue uno de los excandidatos de los comicios del 2021 que, al no pasar la primera vuelta, anunció públicamente su endose al entonces candidato Castillo. Peor aún cuando ayer la contraloría emitió su informe sobre el nombramiento de Salaverry en el que concluyó que en este “no se acredita el cumplimiento de los requisitos, ni del procedimiento para la designación establecidos en la normativa de la materia”.
Merece también destacarse su respuesta sobre la crisis en el sector Interior que, como comentamos ayer en este espacio, mantiene enfrentados al comandante general de la PNP, Javier Gallardo, y al ministro del Interior, Avelino Guillén. “Veo que cada quien asume su función correspondiente, estamos dándoles el tiempo y el espacio para que resuelvan los problemas”, expresó, para luego anunciar que “si estas cosas llegan a más, pues tendremos que tomar las medidas correctivas”. Como sabemos, cada día que pasa, esta pugna se traduce en un retraso en la publicación de los destinos que tendrán los generales de la institución policial este año y, con ello, solo se favorece a la delincuencia. Pero esta urgencia, al parecer, no inquieta al mandatario.
Llaman la atención, asimismo, su explicación sobre por qué todavía no vemos ninguna de sus promesas de campaña poniéndose en marcha (“si no hubiésemos tenido la pandemia, quién sabe si por lo menos parte de lo prometido ya estaría encaminado”, ha dicho, como si el coronavirus recién habría irrumpido a mediados del 2021) o su defensa de que sus apariciones en la casa de Breña fueron para tratar “asuntos de carácter familiar”, a pesar de que dicho lugar también fue visitado por un ministro, algunos congresistas oficialistas, funcionarios de Essalud y hasta conocidas lobbistas.
Sobre estos y otros vacíos en sus respuestas, probablemente otros medios de prensa podrán consultarle al mandatario. La noticia, después de todo, debería ser lo que el presidente dice o deja de decir en una entrevista y no el hecho mismo de que ofrezca una, como en este caso.