Con el término de la legislatura ordinaria, el tema que ha concitado la mayor atención en las inmediaciones de la plaza Bolívar en los últimos días es el de la próxima elección de la Mesa Directiva parlamentaria.
Desde hace unas semanas, diversos representantes de las bancadas minoritarias advertían que ellas buscarían presentar una postulación de consenso a la presidencia y vicepresidencias del Congreso, y destronar así a Fuerza Popular (FP), agrupación mayoritaria que consiguió la presidencia y primera vicepresidencia durante los períodos 2016-2017 y 2017-2018. En particular, los anuncios de Alianza para el Progreso y la Célula Parlamentaria Aprista de que no repetirían el plato con FP (dichos partidos obtuvieron la segunda y tercera vicepresidencia, respectivamente) hacían presagiar de que la votación prevista para fines de julio estaría bastante más apretada que la de los años previos.
Esta semana, sin embargo, se hizo de conocimiento público que FP habría iniciado conversaciones con algunos legisladores de Peruanos por el Kambio (PpK) para que estos últimos se sumaran a su terna aspirante a la Mesa Directiva. Esta noticia ha levantado varias cejas y despertado no pocas expresiones de rechazo en la bancada oficialista.
“Una Mesa en la que estemos involucrados perro, gato y pericote, de ninguna manera. De acuerdo a la naturaleza de las circunstancias de todo lo vivido en los últimos meses, haría imposible esa conformación”, afirmó Patricia Donayre (PpK) al respecto. En sintonía con ella, Juan Sheput también descartó esa alternativa: “Después de lo acontecido en los dos primeros años, no hay posibilidad de que nosotros vayamos [junto a Fuerza Popular] a la Mesa Directiva”. Por su parte, el vocero de PpK, Gilbert Violeta, teorizó que el ofrecimiento del fujimorismo respondía a una “estrategia […] una especie de ‘divide y vencerás’”. Finalmente, el propio Violeta declaró ayer que, por acuerdo de bancada, habían resuelto no participar en una Mesa Directiva junto con el fujimorismo.
Ciertamente, sería un exceso de ingenuidad –más aun, en la arena política– descartar la hipótesis que plantea el congresista Violeta respecto de la presunta maniobra naranja. A pesar de ello, resulta poco comprensible la especie de autoexclusión que ha planteado PpK a la idea de llegar a un acuerdo multipartidario para conformar una Mesa Directiva que incluya a la bancada mayoritaria de FP.
La conformación de una Mesa Directiva, después de todo, no implica necesariamente una alianza política o siquiera una comunión ideológica. Se trata más bien de un encargo de gestión que realizan los 130 parlamentarios a un grupo de ellos para conducir las labores administrativas del Poder Legislativo, así como para dirigir correctamente el debate parlamentario.
Pero más importante aun, tener un sitio en la Mesa significa poder influir sobre la agenda legislativa. Una capacidad que no es menor, considerando que quien forma la agenda del Parlamento tiene mayor control sobre los procesos legislativos –a qué propuestas se les da mayor prioridad, por ejemplo– y por ende, sobre los resultados. Si se tiene en cuenta que una de las principales críticas a la bancada fujimorista en estas últimas dos legislaturas ha sido su actitud obstruccionista, la autoexclusión del oficialismo de la Mesa Directiva termina perdiendo sentido.
La idea de una Mesa Directiva multipartidaria es inherente a la capacidad de negociación que se espera de los legisladores y, por lo tanto, no debería ser descartada. Pero para que esta iniciativa prospere y sea bien recibida por la opinión pública, debe ser mucho más que una simple componenda o intercambio de favores. Debe tratarse, más bien, de un compromiso político mayor, que refleje una real voluntad por entregar resultados.