El fallo emitido por el tribunal de La Haya, como señalamos ayer en este mismo espacio, trajo varias cosas positivas al país: luego de casi 200 años tenemos finalmente definidas todas nuestras fronteras, hemos dejado de tener excusas para no acercarnos más a Chile, y ganamos un importante territorio marino, entre otras.
A raíz del fallo, además, hay por lo menos tres lecciones que el Perú puede rescatar. La primera de ellas es que sí es posible abordar temas de gran importancia en nuestro país desde una perspectiva de Estado y no solo pensando en los intereses del gobierno de turno. Por tres administraciones sucesivas el tema del conflicto limítrofe se manejó con visión de largo plazo. El gobierno actual incluso tuvo el acierto de mantener a los competentes funcionarios que nombró su antecesor para llevar el caso, con la finalidad de no entorpecer el trabajo que ya se había venido realizando.
Es fácil imaginar cuánto más avanzaríamos si este tipo de visión de Estado estuviese presente en el resto de temas de los que se encargan nuestros gobernantes. Pero eso, desgraciadamente, no sucede. Un ejemplo es el caso de la política educativa, donde es común que cada nueva administración retroceda por donde vino el gobierno anterior para luego buscar una nueva dirección. Es lo que vimos, por citar un caso, con la reforma magisterial iniciada por el gobierno aprista. Aprobarla costó mucho y ya se habían logrado los primeros avances, sin embargo el nacionalismo decidió paralizarla para empezar de nuevo y hoy todavía no vemos ningún resultado. Es cierto que había varias cosas que mejorar pero, si cada gobierno va a empezar en este tema desde cero, es evidente que nunca vamos a llegar a ningún lado. Y algo similar se puede decir de la mayoría del resto de sectores, como por ejemplo la seguridad interna: todo gobierno anuncia una reforma que el siguiente no continúa y la única constante es que, apenas llega al poder, cada presidente descabeza a aquellos jefes que no siente cercanos a su partido sin importarle qué proyectos estaban liderando.
Una segunda lección que podemos tomar tiene que ver con el tema de la regulación de la pesca. Y es debido al fallo que se ha hecho aun más evidente en qué parte del mar se focaliza la anchoveta y cómo podría aprovecharse mejor este importante recurso.
El país vecino ha señalado que su industria pesquera no se ha visto mayormente afectada por la resolución de La Haya pues el 60% de la anchoveta se encuentra en las primeras 10 millas. Los datos, que parecen tan evidentes para los chilenos, vienen siendo negados por el Ministerio de la Producción desde hace buen tiempo. Este, de hecho, busca evitar que la pesca industrial ingrese a las primeras 10 millas, a pesar de que esto no significaría un peligro de depredación gracias al sistema de cuotas al cual están sujetas sus naves. Así, estamos frente a una actitud que impide que nuestros recursos marinos se exploten en todo su potencial dentro de un esquema sostenible.
Finalmente, hay una tercera lección que podemos extraer de lo que sucedió luego del fallo: nunca hay que confiar en la madurez de nuestros políticos al momento de la foto. Con lo bien que todos habían manejado el asunto de La Haya, varios volvieron a su ‘normalidad’ una vez que se conoció la resolución de la corte, haciendo lo posible por llevar la mayor cantidad de agua para su molino. El señor García, por ejemplo, se desesperó por hacer las primeras declaraciones sin esperar que el presidente Humala hiciese el pronunciamiento oficial del Estado Peruano. El señor Humala, por su lado, perdió una gran oportunidad de cerrar el tema como un estadista, al organizar un mitin fuera de Palacio de Gobierno, donde más parecía candidato en campaña que presidente, y donde izó la bandera de su partido, polarizando lo que debió ser un momento de unión.