El recién estrenado gobierno de Peruanos por el Kambio (PPK) tiene hoy su primera prueba de fuego: el presidente del Consejo de Ministros, Fernando Zavala, comparecerá junto a todo su Gabinete ante la representación nacional para cumplir con el mandato constitucional que le ordena “exponer y debatir la política general del gobierno y las principales medidas que requiere su gestión” en el recinto congresal, dentro de los 30 días posteriores a la asunción de su función. Esto, como se sabe, a fin de lograr un voto de confianza de más de la mitad de los legisladores (66) que le permita iniciar realmente la tarea que el presidente le ha encomendado.
Si bien no existe en la breve historia de este requerimiento legal (surgido en el texto constitucional del 93) un caso en el que semejante confianza le haya sido negada a un equipo ministerial debutante, la peculiar circunstancia de que esta vez el oficialismo no cuente ni siquiera con una mayoría relativa lograda a través de alianzas y lo enrarecido de la atmósfera entre PPK y Fuerza Popular (FP) tras el ajustado resultado de la segunda vuelta, han creado una gran expectativa en la opinión pública acerca de la posibilidad de que en esta oportunidad la confianza sea negada. Sobre todo porque el fujimorismo tiene 73 curules y, en esa medida, no existe forma de que, sin su aprobación, el Gabinete Zavala salga airoso del examen.
Quizás eso explique que la prensa haya buscado en estos días arrancarles a los voceros y representantes de las bancadas presentes en el Legislativo un adelanto del sentido en el que votarán esta mañana al respecto. Pero, insólitamente, el solo hecho de que algunas de las bancadas hayan sido cautas en sus respuestas ha provocado una ola de temores y especulaciones sobre lo que esa reserva podría significar.
Si bien bancadas minoritarias como las de Acción Popular (AP), Alianza para el Progreso (APP) o el Apra han sugerido en distintos tonos que es muy probable que concedan la confianza solicitada, FP y el Frente Amplio (FA) han sido, en efecto, más renuentes a anticipar una disposición de ese tipo.
“Después de la presentación y del debate, recién estaremos en capacidad de decidir el voto de confianza. No es un tema en el que a priori podamos tener una decisión como bancada”, ha sentenciado, por ejemplo, el parlamentario fujimorista Héctor Becerril. Y el vocero de su bancada, Luis Galarreta, ha aseverado también: “Uno no puede adelantarse a decir ‘no’ o ‘sí’; lo que hay que hacer es escuchar y, en base a eso, tomar una decisión”. Por su parte, Marco Arana, vocero del FA, ha señalado que su agrupación no dará una “confianza ciega” al Gabinete.
¿Pero, tienen algo de alarmante esas declaraciones? La verdad es que no, porque el espíritu que expresan –prestaremos oídos primero y luego, en función a lo que escuchemos, adoptaremos una posición– se relaciona precisamente con el sentido de la institución. ¿O es que acaso alguien entiende la presentación del Gabinete como un ritual vacío y de resultado necesariamente positivo? Si así fueran las cosas, más nos valdría suprimirla.
Por lo demás, es evidente que la representación nacional tiene importantes incentivos para conducirse hoy de manera responsable. No solo porque, según la última encuesta de El Comercio-Ipsos, un 80% de los peruanos piensa que el voto de confianza debería ser otorgado, sino porque la performance de las conformaciones legislativas que antecedieron a la actual ha puesto al Parlamento bajo el ojo crítico de la ciudadanía, y una reacción frívola o atrabiliaria de su parte recogería de seguro su inmediata desaprobación.
Así las cosas, nos atrevemos a presagiar que, salvo un discurso muy deficiente o descaminado de parte del presidente del Consejo de Ministros, el Congreso dará el respaldo inicial al Gabinete, porque, a su manera, sus integrantes también están buscando un voto de confianza para la tarea que tiene por delante estos cinco años.