Un gobierno no puede darse por bien servido con la legitimidad que le otorgaron las urnas tras un proceso electoral. La legitimidad es un valor por el que se tiene que trabajar constantemente y que resulta esencial si lo que se busca es que una gestión se desarrolle cómoda y eficientemente. En esa línea, un jefe del Estado, o quien pueda llegar a serlo, tiene la obligación de demostrar con acciones no solo la magnitud del poder que amasa, sino también la autoridad moral que tiene para ejercerlo. Un nuevo Ejecutivo que se descuida en este terreno y que no es asertivo con los hechos que pueden amenazarlo corre el riesgo de entrar a la cancha con las piernas amarradas.
Pedro Castillo, quien podría ser proclamado como presidente en los días venideros, está descuidando peligrosamente su legitimidad. Su actitud frente a la investigación fiscal a Los Dinámicos del Centro, que señala a su partido, Perú Libre, como el receptor de dinero ilícito para financiar la campaña política y al fundador, Vladimir Cerrón, como uno de los involucrados, ha sido tibia o simplemente inexistente. Aunque ha señalado que se allana a las investigaciones, no ha mostrado verdadero interés por deslindar de los potenciales malhechores y no ha sido claro con respecto a cuánto sabía sobre lo que parece haber estado ocurriendo en sus narices.
En todo caso, las circunstancias lo dejan mal parado y es evidente que enfrenta una disyuntiva inconveniente, pero que debería ser sencilla de resolver. En efecto, ante las serias denuncias e indicios de delitos al interior de Perú Libre y frente al papel que Cerrón podría haber cumplido en ellos, el rechazo de Castillo debería ser enfático, al punto de separar meridianamente al posible próximo gobierno de las sombrías gestiones del partido en cuestión. Ello podría valerle perder algo de respaldo en el Congreso, pero le granjearía un poco de la legitimidad que hoy se le está chorreando.
Y la verdad es que cada vez hay más razones para inquietarse por el comportamiento de Perú Libre y, en consecuencia, por la poca claridad que ha ofrecido su candidato a la jefatura del Estado. Solo ayer, este Diario dio a conocer que, según la fiscalía, “Vladimir Cerrón tenía la resolución” de allanamiento antes de que este se llevase a cabo contra diversos miembros de su agrupación. Una situación que revelaría que las acciones de los llamados Dinámicos del Centro percuden incluso el interior de las instituciones encargadas de administrar justicia. A ello se añaden los movimientos de más de un millón de soles llevados a cabo por Cerrón de origen desconocido y las declaraciones de colaboradores eficaces, que han descrito cómo se habrían llevado a cabo los crímenes.
A esto se suma que el destape de los detalles de la investigación fiscal ha supuesto que el partido del lápiz amenace a la prensa por hacer su trabajo, refiriéndose a una ley de medios que, si se asemeja a lo expuesto por el plan de gobierno de esta agrupación, no sería más que una burda herramienta de censura.
Así, es evidente que todo lo señalado dibuja un panorama difícil para alguien que podría convertirse en presidente y que, además, tiene en sus manos todas las herramientas para distanciarse de personajes que no le hacen ningún bien. Pedro Castillo debería comprender que, de llegar a ser proclamado, las decisiones que tome no solo le van a concernir a él, sino a todo el país. Y el Perú, tras años de crisis política y aún con una crisis sanitaria y económica a cuestas, necesita un mandatario que respete y garantice escrupulosamente las normas y el Estado de derecho en general. No hay espacio para el silencio.