Desde estas páginas hemos tratado sobre la importancia del Banco Central de Reserva (BCR) en la estabilidad económica del Perú. Sin un BCR autónomo y técnico, decíamos, las bases macroeconómicas que necesita cualquier país para desarrollarse –como una inflación controlada y un tipo de cambio estable– corren un enorme peligro.
Sin embargo, en estricto, son en realidad dos las principales instituciones guardianas de los equilibrios económicos de la nación. Si el BCR es el máximo ente monetario, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) tiene un amplio poder en materia fiscal y en política económica general. Por eso el nombramiento del siguiente ministro a cargo de la cartera concita tanta atención. Dado que el MEF tiene buena parte de las llaves del presupuesto público y de las políticas que afectan al sector privado, quien controla el MEF tiene siempre algún grado de influencia sobre todo el aparato estatal y las empresas de todo tamaño.
El presidente electo Pedro Castillo anunció ya que le ofrecería a Julio Velarde, actual presidente del BCR, permanecer en el cargo (aunque no es claro que este último tenga predisposición a tomar la oferta). Respecto del MEF, no obstante, hay menos claridad. Según informó este viernes el economista y miembro del equipo técnico de Perú Libre Pedro Francke, él lidera el equipo de transferencia del MEF, lo que daría fuerza a las especulaciones de las últimas semanas respecto a que él sería el elegido para el fajín más poderoso. Sin embargo, a solo tres días del cambio de mando, la conformación del Gabinete aún sigue en terreno incierto.
Sea quien sea que se ciña ese fajín, los retos que le esperan son enormes. En primer lugar, la recuperación económica –a pesar de venir a buen ritmo– está lejos de consolidarse. El mercado de empleo sigue fuertemente resentido. En el segundo trimestre de este año, el número de personas subempleadas en Lima Metropolitana, por ejemplo, es 30% mayor de lo que eran en el mismo período del 2019. Y, más allá de las urgencias económicas inmediatas de las familias, el MEF de este quinquenio deberá también ser el responsable de plantar las semillas que garanticen un crecimiento sostenido en los siguientes años. Competitividad, infraestructura, arreglos laborales, tributación, entre otros aspectos claves, pasan de un modo u otro por el MEF.
En segundo lugar, la posición fiscal del país tiene ahora un equilibrio más delicado. Frente a la contracción de los ingresos tributarios y los mayores gastos por la crisis sanitaria, la deuda pública pasaría de 26,8% del PBI en el 2019 a 36,5% del PBI en el 2022. Administrar con solvencia los ingresos, egresos, activos y deuda del Estado podría resultar bastante más difícil que en el período prepandemia. Los altos precios del cobre y la consiguiente recaudación tributaria, no obstante, serían un respiro para la siguiente administración en este frente fiscal.
En tercer lugar, en los últimos años el MEF ha sido el principal filtro de los proyectos de ley descaminados en materia económica del Congreso actual. A través de comentarios públicos, trabajo interno, observaciones a autógrafas y, en última instancia, envíos a revisión al Tribunal Constitucional, el ministerio ha logrado frenar o alterar varias de las iniciativas más perjudiciales del Legislativo. Dada la conformación del Congreso próximo, esta podría ser otra de las funciones elementales que le toque a la nueva cabeza del MEF para conservar prudencia económica en el país.
Pedro Castillo fue elegido presidente a pesar de la altísima incertidumbre en asuntos económicos que despertaba. Una elección responsable de la persona a cargo del MEF sería el primer paso ideal para empezar a imprimir calma a las familias y empresas que esperan con ansias señales de estabilidad y sensatez.