La permanencia de Julio Velarde en la presidencia del BCR ha demostrado ser un asunto sensible para la estabilidad monetaria –y económica, en general– del país. En medio del temor que ha generado la llegada del profesor Pedro Castillo al poder, las idas y venidas del Gobierno sobre sus intenciones de persuadirlo para que siga al frente de la referida institución han impactado visiblemente en el precio del dólar y, consiguientemente, en el de muchos bienes que dependen de él.
Si bien es cierto que, antes de ceñirse la banda, el actual jefe del Estado se manifestó a favor de tal permanencia, posteriormente lo que ha existido de su parte es un gran silencio al respecto, y solo el titular de Economía, Pedro Francke, ha persistido en el empeño de continuar contando con los servicios del funcionario que nos ocupa.
Tres días atrás, mientras el dólar se disparaba preocupantemente, el ministro pareció haber logrado su cometido. Agencias noticiosas internacionales y medios locales dieron por seguro que Velarde finalmente había accedido a seguir en su puesto. Lo único que faltaba para redondear el acuerdo, agregaban los trascendidos, era una reunión –a celebrarse al día siguiente– entre él y el mandatario para discutir sobre los tres integrantes del directorio del BCR cuya designación dependía del Ejecutivo.
Pues bien, cuando faltaban pocas horas para que la cita tuviese lugar, el presidente sencillamente decidió postergarla y recibir más bien en Palacio al excongresista Virgilio Acuña. Un gesto que, como es obvio, tiene que ser interpretado políticamente y que afectó inmediatamente el precio de la divisa norteamericana (que ayer cerró a S/4,09).
La cancelación de la reunión del martes no puede ser leída sino como un desplante… y no solo a Velarde. El desdén implícito en la actitud del jefe del Estado alcanza también a Francke y sus esfuerzos por asegurar el concurso de la persona en la que los mercados evidentemente confían, así como a la población, que sufrió una vez más el golpe que supone para su economía cada incremento en el precio del dólar.
El poco interés de esta administración por llevar adelante un manejo económico responsable se ha hecho, en realidad, patente desde el principio. A eso apuntaron las “acusaciones” que se le hicieron a Francke desde el entorno presidencial por insistir en buscar funcionarios de ‘alto nivel’ y a eso apuntan también las declaraciones disruptivas del presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, sobre volver a meter al Estado en aventuras empresariales relacionadas con los “sectores estratégicos” (gas, hidroeléctricas, etc.), ir hacia una asamblea constituyente ignorando los impedimentos que existen en la actual Constitución sobre el particular o crear “comisiones” para frenar las alzas de precios.
Es legítimo, pues, maliciar una segunda intención en la postergación de la reunión que debió producirse anteayer. ¿Quiere acaso el gobernante que, por cansancio o dignidad, Velarde termine tirando la esponja para colocar en su lugar a alguien más permeable a una política monetaria semejante a la que conocimos en los años ochenta? ¿Quiere someter al MEF y a quien lo encabeza al punto de convertirlos en meros operadores de sus designios políticos e ideológicos? ¿Lo tienen sin cuidado los costos que la gente de a pie tenga que asumir por las consecuencias de estos pulseos de poder en los que quiere acabar con cualquier atisbo de disidencia interna?
En honor a la verdad, ese es exactamente el sabor que deja el múltiple maltrato de anteayer; máxime cuando resulta consistente con la provocación de haber nombrado un gabinete como el actual. Esto es, lastimoso a nivel técnico y ético como ninguno antes en nuestra historia.
El presidente Castillo tiene menos de 15 días para resolver qué quiere hacer a propósito de los cargos que le toca designar en el BCR, y esa será también la fecha límite para hacernos saber si el compromiso con la estabilidad monetaria del país que con frecuencia menciona es real o simulado.