Se ha pasado de un clima de confrontación a otro de distensión, ayudado por las fiestas de fin de año. Si el mismo presidente Pedro Castillo ayudó al primer intento de vacancia, lo cierto es que la oposición colaboró en el intento frustrado. Lo que viene es incierto, como todo lo que se vive con este Gobierno. Si pocos imaginan que el presidido por Pedro Castillo va a durar el quinquenio que le corresponde, ahora la pregunta es si superará un segundo intento de vacancia. Esta idea, instalada en parte de la opinión pública y en un amplio sector de las élites, es la espada de Damocles sobre el Gobierno, que está siendo desaprobado por la mayoría de peruanos, en escasos meses, cuando ese deterioro se mostraba recién en el segundo año de gobierno, como fue el caso de presidentes anteriores.
Se ha pasado de un gobierno débil, errático, con designaciones de autoridades y funcionarios sin la experiencia y perfiles necesarios para los cargos, por lo que varios tuvieron que ser retirados, a uno en el que serios indicios de corrupción tocan las puertas de Palacio. Así, llueve sobre mojado, por lo que un resbalón es posible.
Ya se ha comentado hasta la saciedad que Pedro Castillo llegó a la presidencia como llegan los ‘outsiders’: repentinamente y sin las previsiones que el cargo requiere. Pero, a diferencia de Alberto Fujimori hace tres décadas, que se deshizo de Cambio 90 para abrazar su alianza con las Fuerzas Armadas y, sobre todo, con Vladimiro Montesinos, Pedro Castillo carece de partido y carga el peso que han significado Perú Libre (PL) y el cerronismo.
No le quedan muchas salidas a Pedro Castillo, un presidente débil y con pocos recursos para revertir situaciones adversas, con una bancada dividida y con serias dificultades para generar acuerdos. Sus propuestas más agitadas de campaña (asamblea constituyente, segunda reforma agraria) cada vez más se diluyen en el olvido. No está en capacidad para llevarlas adelante, pese al espíritu propagandístico de Perú Libre. Justamente, un camino es reestablecer el acuerdo con este partido, manteniéndolo también con Juntos por el Perú (JPP) que, por cierto, nada le gusta a Vladimir Cerrón. El problema es que Cerrón y compañía han disparado insistentemente contra este sector del Gobierno encabezado por Mirtha Vásquez, lo que supondría un cambio de Gabinete. Pero los beneficios (42 votos seguros) son pocos, pues no impedirían que la oposición lleve a Pedro Castillo al Congreso para un nuevo intento de vacancia. Si bien no necesariamente pueden vacarlo, sí podrían desgastarlo. De la misma manera, nada asegura que la relación entre PL y JPP se mantenga, dada la extrema ideologización del cerronismo.
Otro camino, más complicado en términos políticos, es el pragmático. Si quiere sobrevivir, Castillo necesita votos en el Congreso y se los pueden dar la oposición moderada. Ello supondría acercarse a las bancadas intermedias (Acción Popular, APP, Podemos Perú, Somos Perú), lo que significaría abandonar definitivamente varias de sus propuestas más radicales. La suma de los escaños en el Parlamento evitaría llegar a los fatídicos 87 votos necesarios para vacarlo e incluso, como ocurrió hace unos días, llevarlo al Congreso para que comparezca.
¿Puede no decidirse, como hasta ahora? No por mucho tiempo. El gobierno de Pedro Castillo no tiene soporte y tiene al frente, por el contrario, a una oposición dura y cohesionada (Renovación Popular, Fuerza Popular y Avanza País), cuya agenda política pasa por sacarlo del gobierno a como dé lugar. A eso se agrega que las bancadas moderadas no necesariamente son leales y están menos cohesionadas, sobre todo en los casos de APP y Podemos Perú. El piso es pues movedizo para un Castillo de arena.