Se acerca el cierre del 2023 y la mayoría de nosotros está haciendo una revisión de nuestros logros y de nuestros desaciertos este año para enmendar los errores que hayamos cometido. El costo de estos últimos suele no ser tan fácilmente medible en nuestras vidas, pero si miramos a la economía peruana con ese mismo ojo crítico de cara al fin del año, las consecuencias son evidentes.
El presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Julio Velarde, presentó ayer las nuevas proyecciones del ente monetario sobre la economía peruana. Para este año, el BCR espera que el PBI peruano se contraiga 0,5% y para el 2024 mantiene su pronóstico de un crecimiento del 3% –el mismo que anunció hace tres meses–, no porque se prevea el mismo dinamismo de todos los componentes de la demanda interna que se calculaba en setiembre, sino porque una desaceleración del consumo privado –lo que gastamos todos– y de las exportaciones será compensada por una caída de las importaciones.
Si miramos a los sectores, la pesca y el agro sufrieron los efectos de las anomalías climáticas durante todo el año. La caída de la producción agropecuaria es la peor de los últimos 30 años y también han sido afectados alimentos destinados a la exportación como el arándano. Este menor desempeño nos permite comprobar el peso que tiene la agroindustria en la generación de empleo formal. Según el BCR, las menores cosechas han afectado la demanda de mano de obra, llevando a que el crecimiento del empleo formal se desacelere a 0,7%, cuando se mantenía alrededor del 3% en la primera mitad del año. Esto, naturalmente, afecta la capacidad de las familias de generar ingresos, golpea el consumo y también incrementa la pobreza.
En inversión privada, el 2023 ha sido pésimo. Según las últimas cifras del BCR, cerraremos el año con una caída de 7,3%, un mayor retroceso que el 5,3% estimado por el BCR en setiembre.
Para el 2024, la esperanza la da un sondeo del BCR entre empresas mineras, que ha encontrado que un buen grupo está planeando iniciar proyectos el próximo año, especialmente de ampliación de proyectos mineros. Esto permitiría una recuperación de la inversión en este sector. Sin embargo, hay que decir que esta ilusión solo se concretará si el Gobierno logra que se recuperen las expectativas empresariales –deprimidas desde mayo del 2021– y que se mantenga la calma social.
¿Qué necesitamos para que los próximos años sean mejores? Velarde lo dijo claro: requerimos reformas que permitan que el Estado funcione mejor, se eliminen procedimientos engorrosos y se incremente el alicaído crecimiento potencial.
Sin embargo, quitar obstáculos para que los agentes económicos dinamicen la inversión, generen empleo y alimenten el crecimiento no está en la agenda de ningún actor político. Y los que solo se dedican a tratar de acumular más poder, librarse de sanciones judiciales o favorecer a economías ilegales, no tienen el más mínimo interés de revisar qué hicieron mal este 2023 ni de enmendar sus errores. Así será muy difícil que en la próxima Navidad tengamos mejores resultados que festejar.