¿Importa más el jugador o el equipo? Este es uno de los grandes debates sin resolver en el fútbol. Cuando una escuadra tiene a una estrella, llámese Messi, Cristiano Ronaldo o Mbappé, parece mezquino desaprovechar sus habilidades superlativas y no pedirle a sus compañeros que se acomoden a lo que necesita el jugador “distinto” para triunfar. La otra corriente sugiere que ningún jugador gana, por sí solo, campeonatos, por lo que hasta incluso los genios deben adaptarse a una idea de conjunto.
Hago esta reflexión ahora que está de moda hablar de “jales” en la naciente carrera electoral. Avanza País (algo así como el Carlos Stein de la política local) anuncia la inscripción de Hernando De Soto (economista igual de famoso que su partido para la mayoría de peruanos). Somos Perú publica que Daniel Salaverry se ha incorporado a sus filas. El Apra quiere salir de la segunda división con la contratación de Roque Benavides (¿o fue más bien el empresario quien contrató al Apra?). Juntos por el Perú se lleva la carta pase de Verónika Mendoza, y de todo Nuevo Perú de yapa. Y Restauración Nacional fichó al exarquero y también alcalde George Forsyth.
Sí, acudimos a la reiterada confirmación de la política “vientre de alquiler”, y de que el sillón presidencial es percibido por algunos como un entretenido pasatiempo para no aburrirse jugando Sudoku en el ocaso de sus adineradas carreras.
Pero también me puse a pensar si acaso este mercado de pases no es una respuesta natural a los afanes del electorado. ¿Somos los votantes los que preferimos individuos en lugar de instituciones? Eso parece haber ocurrido en los comicios recientes. Escogimos a Kuczynski, quien nunca hizo vida partidaria y se desmarcó tan pronto pudo del extinto Peruanos Por el Kambio. Antes de salir de la carrera, despuntaba en las encuestas un novato Julio Guzmán a través de otra organización de alquiler (Todos Por el Perú), a la cual también abandonó ni bien culminaron las elecciones. En las municipales, Jorge Muñoz –ex Somos Perú– llevó a Acción Popular a la Alcaldía de Lima y de varios distritos, y no al revés. Daniel Urresti, ex candidato presidencial del Partido Nacionalista se puso la camiseta de José Luna, para llegar al Congreso y arrastrar votos a favor de Podemos.
Nos equivocamos en muchas de estas decisiones, como marramos también cuando elegimos a partidos. Tenemos la oferta y resultado electorales que demandamos.
Aprobamos reformas (incompletas, ciertamente) para “fortalecer” a los partidos. Pero los políticos las driblean. Nuestra política es informal como nuestra economía. Se exige a los candidatos un mínimo período de pertenencia a un partido político, y se inscriben a última hora. Se requiere un número mínimo de adhesiones para registrar una organización política, y empieza la danza de jales para los candidatos que no alcanzaron las firmas. Se pone una valla electoral para conservar la inscripción, y proliferan las alianzas salvavidas. ¿Quieren un ejemplo de mercado negro? No hace falta ir hasta Las Malvinas, basta chequear la cédula de votación.
Para volver a la analogía inicial, en el Perú no tenemos Messis, Ronaldos ni Mbappés, y nuestras organizaciones políticas no son el Barza, la Juve ni el PSG. Tenemos los partidos y candidatos que los electores escogemos.
Antes que seguir empujando reformas políticas que “fortalecen a los partidos”, deberíamos apuntar a aquellas que fortalecen a los electores. Que los empoderan con libertad e información sencilla y accesible para escoger mejor, y también para supervisar y rectificar sus malas decisiones.