¿Cuál será el efecto inmediato del aumento en la tasa del impuesto a los dividendos que ha propuesto el Gobierno con la idea de incentivar la reinversión de utilidades? Hasta el último día del año, los dividendos distribuidos pagarán una tasa de 4,1%. A partir del primero de enero, la tasa sube a 6,8%. Posponer el reparto va a tener un costo para los accionistas.
Hemos criticado la semana pasada la combinación de una rebaja en el impuesto a la renta con un aumento del impuesto a los dividendos por sus efectos a largo plazo. Estos consisten básicamente en que las empresas harán algunas inversiones que solamente son rentables gracias a que una parte de ellas se financia con plata que, de cualquier manera, no habría ido a parar a las manos de sus accionistas. Pero también, a corto plazo, la medida propuesta podría resultar contraproducente, estimulando, más que la reinversión de utilidades, un reparto masivo de dividendos.
Hace diez o doce años, cuando estaba por expirar en Estados Unidos un plazo para repatriar, libres de impuestos, las utilidades obtenidas por sus subsidiarias en el exterior, las corporaciones americanas comenzaron a endeudar a esas mismas subsidiarias para acelerar las remesas de dividendos. En el mercado peruano, como también seguramente en otros, se hicieron varios préstamos y emisiones de bonos únicamente con esa finalidad.
Veamos solamente lo que puede pasar con algunas de las principales empresas del país. Las utilidades acumuladas de las diecisiete (de un total de veinte) que forman parte del Índice Nacional de Capitalización de la Bolsa de Valores de Lima y que han reportado sus estados financieros al 30 de setiembre pasado sumaban un total de 20.000 millones de soles. Si esperan hasta el próximo año para repartirlas, van a tener que pagar más de 500 millones adicionales en impuesto a los dividendos. ¿Qué cree usted que van a hacer?
Claro que no tienen, ni de lejos, esa cantidad de plata en caja. Pero eso no es un impedimento real. En la mayoría de casos, la situación patrimonial de la compañía es suficientemente holgada como para permitirle endeudarse y pagar, con eso, los dividendos. Ya reinvertirán más adelante.
Un efecto similar se producirá dentro de dos años, cuando la tasa del impuesto a los dividendos suba nuevamente de 6,8% a 8%. Inclusive en esa oportunidad el efecto sería mayor porque las empresas contarán con más tiempo para prepararse. Y lo mismo ocurrirá otra vez entre el 2018 y el 2019, cuando la tasa suba, finalmente, a 9,3%.
El impuesto a los dividendos es una mala idea por donde se lo mire. No es función del gobierno andar tratando de inducir a la gente a reinvertir cuando preferiría gastar o a gastar cuando preferiría reinvertir. Se trata de un impuesto inicuo (con i). Los accionistas ya han pagado el impuesto a la renta, en las proporciones que a cada uno le corresponden, al momento de declarar la empresa sus utilidades. No es ninguna sorpresa que la razón de ser de una empresa es obtener utilidades ni que la razón de ser de las utilidades es repartir dividendos a los accionistas. Ponerles un impuesto a los dividendos es como si, además del impuesto a la renta que nos descuentan por planilla, nos cobraran otro impuesto en el momento en que retiramos del banco el sueldo que nos han depositado.