Joe Biden ganó la presidencia de Estados Unidos representando el ala moderada de su partido. Logró la nominación de los demócratas al distanciarse de Bernie Sanders y Elizabeth Warren, la extrema izquierda de su partido.
Si Biden hubiera perdido las elecciones, hubiera fortalecido a la izquierda demócrata. Su victoria, sin embargo, no quiere decir que gobernará moderadamente. El partido demócrata hoy es un partido que se encuentra marcadamente a la izquierda de donde estaba hace unos años. La presidencia de Obama se encontraría hoy en la derecha del partido.
Con cierta razón, la campaña de Biden le restó énfasis a sus propuestas políticas y se enfocó en el carácter y estilo del candidato para resaltar la diferencia con Trump. Entonces, ¿cómo gobernará Biden?
Si nos guiamos por su plataforma política, Biden promovería una agenda sumamente progresista. El analista Ryan Bourne calcula que el presidente electo propone 47 planes distintos que afectarán la vida de uno en la mayoría de sus aspectos: el sector laboral, energía, asistencia médica, “justicia medioambiental”, la comunidad judía, católica, latina y árabe-estadounidense, etc. Se trata de una receta para “usar el poder redistributivo y regulatorio para influir resultados económicos y sociales conforme una concepción izquierdista sobre cómo debe ser el mundo”.
La receta trae un costo gigantesco. El economista Brian Riedl documenta que Biden propone US$11 billones (millones de millones) en gasto público adicional durante la próxima década. Gastaría por lo menos US$1 billón en agrandar “Obamacare”, el plan de asistencia médica que implementó Obama y billones más en Seguro Social, infraestructura, educación, etc.
Ese gasto está muy por encima de lo que propusieron los últimos tres candidatos presidenciales demócratas –Obama incluido– que no sobrepasaron los US$2 billones. Está, sin embargo, muy por debajo de lo que propusieron otros candidatos demócratas este año. La vicepresidenta electa, Kamala Harris, propuso US$40 billones en nuevos gastos.
Biden propone US$3,6 billones de nuevos impuestos que según Riedl representarían “el mayor incremento permanente de impuestos desde la segunda guerra mundial”. Para algunos ciudadanos en varios estados, esto resultaría en impuestos marginales a la renta que sobrepasan 60%. Un nuevo impuesto corporativo de US$2,1 billones más que compensaría por el recorte de US$330.000 millones que implementó Trump.
Ya se proyecta que la deuda pública está por sobrepasar el 100% del PBI y el déficit fiscal para los próximos 10 años se estima en US$24 billones. El plan de Biden agrandaría la deuda pública todavía más. El profesor Casey Mulligan calcula que de implementar el plan entero de Biden, se reduciría el ingreso familiar medio por US$6.500 de acá a 10 años.
Donde sí representaría mejoras las políticas de Biden es respecto al comercio y a la inmigración. Biden revertiría muchos de los decretos presidenciales de Trump que severamente limitaron la inmigración legal. Dejaría de minar tratados comerciales con el resto del mundo. En ambos casos no habría mayor liberalización, sino una vuelta a las posturas de 2016.
¿Se moderará Biden en el poder? Después de todo, solo ganó la elección con un margen estrecho. Es más, los republicanos aumentaron su representación en la Cámara de Diputados e incrementaron su apoyo entre las minorías. Lograron evitar un predicho rechazo masivo a favor de los demócratas.
La clave está en si los republicanos lograrán mantener el control del senado, que todavía está por determinarse. En ese caso, Biden se vería obligado a moderarse. Aun así, el presidente tiene mucho poder y podría implementar parte de su agenda sin el Congreso. Mulligan calcula que en esa circunstancia, si Biden quiere implementar lo que puede de su agenda, solo reduciría el ingreso familiar medio por US$1.700. Esperemos que por el bien de la economía y de la república, se comporte Biden de la manera más políticamente moderada posible.