Si algo nos enseña el 2020 es que el negocio de la futurología se ha vuelto muy complicado. De poco sirve analizar tendencias y prever escenarios futuros cuando la mutación de un virus puede mandar todos los pronósticos al tacho. ¿Cuál será el próximo evento igual de disruptivo? ¿Un asteroide con dirección a la Tierra? ¿Un microbio resistente a los antibióticos? Al menos, la pandemia que estamos viviendo nos ha hecho tomar consciencia de que en cualquier momento pueden ocurrir eventos imprevistos con graves consecuencias sobre nuestras vidas.
A pesar del riesgo que conlleva hacer pronósticos, me atreveré a afirmar que la economía del 2021 girará en torno a tres eventos principales. El primero, y más obvio, será la aprobación y despliegue de la vacuna contra el virus SARS-CoV-2. Todo parece indicar que en las próximas semanas serán formalmente aprobadas las primeras de ellas, las cuales tendrían un alto nivel de efectividad. Lamentablemente, eso es solo el principio. Antes de volver a la normalidad tendremos que organizar el mayor esfuerzo de vacunación de la historia, lo que conllevará desafíos logísticos enormes. Los laboratorios no solo tendrán que producir miles de millones de dosis, sino que estas tendrán que ser trasladadas, a temperaturas bajísimas, hasta los puntos de vacunación. En países como el Perú, eso requerirá implementar cadenas de frío donde hoy no las hay, además de entrenar a cientos de personas en el manejo de las vacunas y proveerlos con los materiales necesarios para la vacunación. Siendo optimista, creo que es poco probable que regresemos a la normalidad antes de octubre del próximo año.
Un segundo evento que marcará el 2021 es la recuperación de la economía mundial, cuya velocidad dependerá no solo de cuán rápido se pueda desplegar la vacuna, sino también de un importantísimo detalle que muchos parecen no haber tomado en cuenta. En los países desarrollados, las ayudas estatales han amortiguado en gran parte el impacto económico de la pandemia, evitando la quiebra de miles de empresas y una reducción aun más severa en la demanda de productos y servicios. Pero esas ayudas, que no pueden durar para siempre, tendrán que empezar a ser retiradas el próximo año. Recién entonces veremos el impacto real del COVID-19 en las empresas y en el nivel de empleo en Estados Unidos y los países europeos, los que, sumados, constituyen poco menos de la mitad del PBI mundial.
El tercer evento que creo marcará la economía del 2021 (especialmente en el Perú) es el descubrimiento de qué hábitos de consumo adquiridos durante la pandemia conservaremos cuando podamos regresar a restaurantes, teatros y centros comerciales. ¿Se mantendrán los niveles de venta online luego de que mucha gente ha aprendido a comprar por internet y muchos negocios han implementado los sistemas necesarios para permitirlo? Cuando el teletrabajo y la teleducación sean una conveniencia y no una necesidad, ¿seguirán revalorándose las casas de campo y playa? ¿Se recuperará el mercado de oficinas? Cuando podamos viajar y no tengamos temor de estar a puerta cerrada con decenas de extraños, ¿volverá el negocio de eventos y conferencias a ser el que era antes? Estoy seguro de que en doce meses tendremos una idea más clara de todo esto. Ese es un pronóstico difícil de fallar.