Según el Banco Central de Reserva (BCR), en los últimos meses “el alza del precio del dólar impulsó la inflación”. Esta justificación, supuestamente técnica, esconde que han sido incapaces de cumplir con una tasa de inflación anual de 2% (con una banda de 1% hacia arriba o hacia abajo). Y, además, parece olvidar que son ellos quienes controlan el dólar local.
Continuamente el BCR compra o quema divisas para evitar que el dólar se eleve y así permitir que funcione el mercado. No obstante, ya que incumplen su compromiso inflacionario, tienen que encontrar a un culpable. Y en esta búsqueda nos han salido con afirmaciones calcadas de la década de 1980, cuando el instituto emisor hacía gala global de irresponsabilidad e incoherencia.
Así, ahora afirman que “la inflación sin alimentos y energía del 2015 se debió, en sus dos terceras partes, al alza del tipo de cambio (14,2%)”. Incluso plantean métricas estrambóticas, según las cuales, “el incremento (del dólar nominal) significó el 2,28% del aumento de los precios”. E insisten en que “se ha observado que cuando el dólar cae en 1%, la inflación solo se retrae en 0,08% [;] mientras que cuando dicha moneda se incrementa en 1%, la inflación sube en 0,16%”. Si estas afirmaciones tuvieran un ápice de ciertas, la hiperinflación de fines de la década de 1980 no hubiera existido. En ese entonces el dólar MUC estaba controlado, la inflación volaba y el dólar oficial estaba rezagado.
Para nuestros burócratas, resulta apropiado afirmar que la relación entre el tipo de cambio y la inflación es directa. Y que si el primer factor sube, el otro también lo hará.
La inflación del año pasado alcanzó el 4,4% anual –e incumplió significativamente la meta del BCR– debido a previsibles errores de manejo. Esto sucede porque la inflación, como cualquier autoridad monetaria seria conoce, resulta un fenómeno monetario. Es imposible observar un alza persistente del nivel de precios sin que la autoridad monetaria inyecte activamente liquidez.
Es cierto, el BCR ha tenido que permitir un alza del dólar controlado porque la actual hemorragia de divisas es insostenible. Solo el año pasado ha reducido su posición de cambio en más de US$13.000 millones. Pero para que el dólar haya podido saltar a lo largo del 2015, han tenido que inyectar desproporcionadamente oferta monetaria (19%), liquidez en soles denominada en dólares (35,1%) y crédito al sector privado en soles (37,2%). Sin soltar liquidez –tal como sucede también en Chile y Colombia–, la sugerida enervación de la inflación no se habría dado.
Toda esta sopa de números puede resumirse en términos sencillos. Nuestro BCR persiste en el error de perseguir dos objetivos contradictorios (tratar de controlar simultáneamente el dólar y la inflación). Hoy la inflación quiebra su meta porque registramos una mezcla explosiva: abundancia nominal de soles y expectativas devaluatorias al alza (frente al deterioro continuo de la posición de cambio).
En su último Reporte de Inflación, el propio BCR tira la toalla y plantea que “las expectativas de inflación para el 2016 se han incrementado (lógicamente) [...] hasta ubicarse por encima del límite superior del rango meta”. A confesión de parte, relevo de pruebas.
Parece que no hemos aprendido, ni de nuestros graves errores monetarios pasados, ni a dejar de lado la práctica de creernos nuestras propias mentiras.