En setiembre de 1970 la revista dominical del “New York Times” publicó un famoso artículo en el que Milton Friedman, uno de los grandes economistas de todos los tiempos, sostenía que la responsabilidad social de una empresa era maximizar sus utilidades. Cincuenta años después, su alma mater, la Universidad de Chicago, ha organizado una conferencia para discutir la vigencia de esa opinión. Reseñamos aquí algunas intervenciones.
La frase de Friedman ha sido motivo de escarnio, en parte porque se la suele citar incompleta. O quizás sea al revés: se la suele citar incompleta para hacer escarnio de ella. Supuestamente, Friedman alentaba a las corporaciones a poner el afán de lucro por encima de toda otra consideración. Lo que textualmente dijo, sin embargo, es que la responsabilidad de los ejecutivos frente a sus accionistas “generalmente será ganar tanta plata como sea posible, sin apartarse de las reglas básicas de la sociedad, tanto de aquellas incorporadas en la ley como de aquellas incorporadas en normas éticas”.
Steven Kaplan, un profesor de finanzas y emprendimiento en Chicago, toma partido por Friedman. La maximización de las utilidades (o, viéndolo a largo plazo, la maximización del valor de la empresa) ha sido fundamental para la reducción de la pobreza en el mundo. La razón de esto es que los beneficios económicos para los accionistas se dan simultáneamente, en la generalidad de casos, con los beneficios para los llamados ‘stakeholders’. Además, cuando las empresas se enfocan en estos últimos, no tienen cómo medir bien su desempeño. ¿Qué es más importante, socialmente hablando: reducir el uso del plástico o reducir el peso del empaque para poder enviar un producto al otro lado de la cordillera? Cada alternativa beneficia a unos ‘stakeholders’ a costa de otros. No es evidente cuál sea mejor.
Raghu Rajan, otro profesor de finanzas de Chicago, que ha sido economista principal del Fondo Monetario Internacional y presidente del banco central de la India, piensa que es necesario actualizar la visión de Friedman. Y la actualiza de una manera que, a nuestro juicio, la tergiversa. Dice Rajan que la empresa debe maximizar el valor no solamente para sus accionistas, sino para todos sus inversionistas de largo plazo. Esto incluye ciertamente a sus acreedores de largo plazo, pero también a los trabajadores y proveedores que han invertido tiempo en forjar habilidades y desarrollar insumos de uso específico para la empresa. Son los directorios de las empresas los que deben decidir quiénes son esos inversionistas en cuyo beneficio deben manejarse.
Una voz aún más crítica es la de Oliver Hart, economista de Harvard y ganador del premio Nobel en el 2016. Los accionistas, dice Hart, podrían no estar interesados en maximizar el valor de la empresa (tal como se lo entiende convencionalmente). Esta crítica, que ya había sido anticipada por Friedman, se ha hecho más relevante en los últimos años. Hay, por ejemplo, inversionistas preocupados por el cambio climático, que estarían dispuestos a que las empresas en las que invierten sacrifiquen utilidades para reducir su huella de carbono. Esa es una realidad. Nuestra única duda al respecto es si esas empresas podrán atraer a nuevos inversionistas cuando necesiten más capital para seguir creciendo. Hoy por hoy parece que sí; en el futuro, quién sabe.