Mientras el Gobierno enfrenta desencuentros internos que causan cambios de última hora, la oposición no termina de consolidar algo cercano a un frente articulado. En gran parte, ello se explica por el desgaste que arrastra Keiko Fujimori, quien enfrentó al mandatario Pedro Castillo en la ajustada segunda vuelta de hace solo cuatro meses.
En efecto, según la encuesta más reciente del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), solo tres de cada diez personas encuestadas (29%) la identifica como líder de la oposición. El porcentaje baja al 19% entre los más jóvenes (18-24 años).
Entre el 2001 y algún momento difuso del trienio 2016-2019, desempeñaron el rol de liderazgo opositor el rival de la segunda vuelta del mandatario de turno o el vocero político no oficialista más articulado: Alan García frente a Alejandro Toledo y Ollanta Humala; Humala respecto de García; y Fujimori frente a Pedro Pablo Kuczynski.
Hoy, en cambio, no aparece un rostro en dicho rol. De hecho, el mismo trabajo del IEP reseña el clamoroso vacío. Un altísimo 40% manifiesta no saber o no precisar quién ostenta el liderazgo opositor, con picos en el Perú rural (49%), el oriente (50%) y el electorado juvenil (18-24 años, 52%).
Una reciente columna de Mirko Lauer incursiona en el tema (“La República”, 3/10/2021), ubicando tres frentes que vale la pena reseñar y observar. En primer lugar, las dificultades para la oposición radican, en alguna medida, en que “hay dos oficialismos a los cuales oponerse”, ante lo que “no hay hoy un discurso opositor que realmente haga hincapié en esa diferencia”.
Se entiende que los oficialismos a los que Lauer se refiere serían el maximalista y el moderado. Pero los recientes arrebatos radicales de los principales voceros oficialistas han mostrado, más bien, que pueden cohesionarse cuando se plantean agendas tirantes.
Lauer también cree que el liderazgo opositor es “un asunto publicitario” que “también exige una dosis de eficacia”. Por ello, piensa que “esa persona necesariamente debe tener influencia suficiente en el Congreso”. En el Parlamento, sin embargo, escasean –por ahora– los voceros articulados y algunas votaciones, como la correspondiente a la investidura del Gabinete liderado por Guido Bellido, muestran una colaboración selectiva que podría empezar a cambiar ante el nuevo elenco ministerial.
Además, el columnista proyecta el impacto que tiene un régimen desordenado en una oposición que, inevitablemente, reflejará la misma dispersión. Para él, la aparente descoordinación del Ejecutivo, que describe como “atomización del oficialismo (real o aparente, táctica o irreconciliable)”, podría ir “consolidando una fragmentación del impulso opositor”.
La temática por la que podría ir decantándose una agenda opositora seguramente se surtirá de temas que vienen siendo el eje de la discusión política nacional, con mayor énfasis en la capital: la posición respecto del modelo económico o en torno de la Constitución de 1993 y los esfuerzos por reformarla.
El calendario electoral, por su parte, podría ser determinante en la eventual consolidación de potenciales polaridades o liderazgos. En enero, deben convocarse los comicios subnacionales de octubre del 2022, dando inicio oficial a una temporada que seguramente empezó hace ya varias semanas.
Así las cosas, el rumbo que tome la oposición podría estar marcado por el tono que tome el oficialismo: polarización insostenible, sobredimensionando su fuerza, o cooptación de actores claves –sobre todo en regiones– para consolidar una agenda mínima, radical o moderada. En dicho desenlace, tendrá un peso importante el calendario electoral que –de manera imperceptible– empieza a correr.