Tenemos meses esperando. Cada mes un funcionario o analista de moda pronostica que ya tocamos fondo y que el retorno del crecimiento del PBI es inminente. Pero, parafraseando a Vallejo, el cadáver ¡ay! sigue muriendo. Tras otra decepción estadística, vienen las correcciones a la baja y se ofrecen nuevos pronósticos. Eso sí: con valores más moderados.
Es crucial reconocerlo: el virtual estancamiento de junio ha golpeado las percepciones –locales y globales– sobre el dinamismo peruano. Crecer alrededor de 7% anual durante un quinquenio a una tasa mensual de 0,3% ha convertido la recuperación en el tema protagónico de estos meses.
Tan obsesiva es hoy la cosa que a pocos parece interesarles temas de importancia. Por ejemplo, si el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos se deteriora adicionalmente o si el superávit fiscal –que nos caracterizó en la última década– se desvaneció. O si el Banco Central de Reserva (BCR) resulta incapaz de cumplir su propia meta inflacionaria o si los influjos de inversión extranjera directa se han comprimido notoriamente. O si la recurrente pérdida de reservas internacionales netas –o de la posición de cambio– del BCR se ha ampliado (para mantener un dólar artificial). La agenda de hoy es pues monotemática: ¿nos recuperamos o no?
Vamos camino a una recuperación, pero a una mediocre. Es verosímil que en el segundo semestre del año –por la inflación del gasto público, la maquinita o la implementación de algún proyecto minero rezagado– el crecimiento dé algunas señales positivas. Aunque las exportaciones y la inversión privada persistan en contracción, es probable que por inercia a fines del 2014 crezcamos alrededor del 3% anual. Y seguro este magro 3% será considerado por algunos como un logro heroico.
Las acciones gubernamentales antienfriamiento han sido timoratas. Cero reformas de mercado. El aludido resultado será un engaña muchachos. Aun contabilizando el 0,3% de junio, el crecimiento anualizado del PBI fue de 5,3% y el promedio anual del crecimiento quinquenal del PBI (un indicador mucho más relevante que el mensual) fue de 5,6%. La observación muerde: desde hace varios años nuestro crecimiento viene desinflándose. Si dejamos de mirar el retrovisor, notaremos que crecemos mucho menos de lo que registrábamos cinco años atrás. De persistir en esta senda, muchas ganancias sociales se disiparán.
Por ello, no es una buena idea contentarnos con recuperaciones pitufas. Hay que retomar tasas de crecimiento anual superiores a 8% anual y hacer lo necesario para mantenerlas por décadas. Hoy nos beneficia que los precios de exportación aún se mantengan altos (solo han reducido su crecimiento), pero por encima de esto nos ayudaría revisar nuestra propia historia.
Primero, reconocer que el crecimiento alto (que hoy estaríamos abandonando) se estructuró sobre un círculo virtuoso entre inversión privada y exportación. El Estado se colgó de este gastando, recaudando más tributos y endeudándose. Y segundo, comprender que para retomar esta senda se requiere transitar agresivamente hacia la implementación de reformas de mercado. Reformas que hemos evitado sistemáticamente en las últimas tres administraciones. No basta con dejar trabar o de dispararnos al pie.