En su vida y ahora más con su muerte, Diego Armando Maradona nos deja el aprendizaje de que no siempre se es perfecto. Y eso puede servirnos hasta para las próximas elecciones. Veamos.
Uno de los defectos más graves de la sociedad moderna es negar la validez de la opinión o las buenas acciones de una persona, basándose en sus malos actos o declaraciones contrarias en otro momento de su vida. Ello se ve por ejemplo cuando alguien acusa a una autoridad de cobrar coimas, y la defensa pide desestimar al testigo por tener un hijo no reconocido. O, como quienes trataron de desmerecer la muerte de los jóvenes Inti y Bryan en las protestas recientes, diciendo que tenían antecedentes policiales. El que no exista relación directa entre uno y otro evento no importa, pues un mal acto desacreditaría a todos los demás.
Y aquí entra Maradona, ese personaje que calza perfectamente en la descripción del antihéroe, pues a pesar de su mal comportamiento y de sus muchos defectos, incluyendo su arrogancia tan argentina, nunca nadie se atrevió a decir que eso le negaba la opción de ser el mejor futbolista de la historia. Incluso aquellos que le asignan ese honor a Pelé o a su compatriota Messi, aceptan que dispute la corona futbolística, pero saben que nadie le llegó ni de cerca en popularidad y cercanía a la gente, aún en su retiro. Y es por eso que sería muy bueno que aprendamos de él para separar las diferentes facetas de las personas y evaluarlas de manera independiente.
Porque si eso es válido por el lado negativo, lo es aún más por el otro extremo, que es el de extenderles a los individuos atributos que no les corresponden. Eso porque, supongo, aunque no apostaría mil pesos a ello, muy pocos de los millones de argentinos que idolatraban al Diez, votarían por el Pelusa si se hubiera presentado a elecciones para presidente o congresista. Y no lo apostaría, porque en el Perú ha ocurrido muchas veces que hemos enviado al Congreso a populares vedettes, excelentes voleibolistas y buenos locutores radiales, sin considerar que esas calificaciones si bien no contradicen, tampoco aseguran un buen desempeño político.
En fin, si hemos sido hinchas de Maradona, podríamos honrar su memoria al momento de elegir a parlamentarios y presidentes. Eso sí, recordando que los candidatos no valen por lo buenos que fueron en sus profesiones, sino por si tienen o no habilidades para gobernar. Creo que el Diez, que si a Dios le gusta el fútbol, está con él allá arriba –y debe ser porque una vez hasta le prestó su mano– en abril próximo podría querer decirnos, con su acostumbrada delicadeza “pensá bien, para que no metás en tu selección a cualquier boludo famoso, pensá”.