A seis meses de las elecciones, una nueva coalición vacadora empieza a armarse. UPP sigue teniendo la iniciativa –¿quién quisiera ganársela y para qué?– y se suma el Frente Amplio. AP y APP pueden definirlo todo y están tan confundidos como usted y yo. AP deja que Ricardo Burga, el malo de la lampa, abone con ambigüedades a la posibilidad de una ‘renuncia’.
He aquí un matiz diferencial. Antes que vacar, los congresistas hablan de una renuncia, que fue lo que pasó con la segunda intentona contra PPK. La primera y frustrada vacancia los dejó escaldados. La renuncia siempre es mejor porque ahorra, incluso al renunciante, los costos finales y más oprobiosos de ser vacado. Para entendernos: no es lo mismo que la Wikipedia del futuro diga que renunciaste para resolver una crisis a que te vacaron por tus acusaciones de corrupción.
Entonces, la coalición aún no tiene las municiones suficientes, pues espera la decisión de las primeras mayorías que –por un simple y necesario cálculo que no es solo electoral, sino legítimamente político– querrán primero tomarle el pulso a la ciudadanía en los sondeos que aparezcan en los próximos días y semanas. Mi intuición es que Vizcarra podría seguir bajando en aprobación, pero que aún la mayoría de quienes pasen al bando de los que lo desaprueben preferirá que acabe su Gobierno en julio del 2021.
Ante el cuadro congresal hostil, y ante el chorreo de investigaciones fiscales y periodísticas que apuntan hacia él, Vizcarra primero empezó a responder con el negacionismo judicial del acusado que busca desacreditar a aspirantes a la colaboración eficaz. Luego, ha pasado al argumento populista conspirativo en dos frentes: uno, que ‘los grandes empresarios no quieren a este provinciano marrón que ha querido poner coto a sus privilegios y clubes de la construcción’, y dos, que ‘en los sótanos del Congreso se conspira para vacarlo y aplazar las elecciones’.
Creo que mejor se sostendrá con el pragmatismo que pide que acabe su mandato antes que con irresponsables teorías del complot. En los sótanos del Congreso se conspira igual que en las salas del primer piso y en las oficinas del segundo, pero con la idea de sacar jugo a un breve gobierno de transición, no de postergar las elecciones en las que ya pusieron sus fichas más fuerzas políticas que las vacadoras.
Difícil situación la nuestra, como si estuviéramos atrapados sin más salida que la del 2021, que parece tan larga. Yo sigo apostando al pragmatismo de acabar el mandato sin el trauma de soplarnos un gobierno del ‘Congreso’. Pero el mismo pragmatismo reclama una condición que no se está dando: que se fortalezca al primer ministro Walter Martos y a su Gabinete, para compensar el descrédito presidencial.