Una cola de padres o madres –tremendamente emocionados– se empujan unos a otros o intentan robarse un sitio en la cola –si guardan las formas– controlando un poquito sus emociones. Todos portan en sus manos a un pequeño niño o niña de hasta aproximadamente 5 años. Este niñito o niñita (incluso bebes) son entregados a un extraño ser humano, que rodeado de una suerte de artefactos mágicos (luces de colores, nieve artificial, anteojos sin lunas, gruesa vestimenta roja, y barbas y bigotes de algodón), los sienta sobre sus piernas. Este curioso ritual, apenas se realiza en unos segundos o poquísimos minutos, pues el grupo de padres puja por entregar también a sus hijos. Los padres jadean, sudan, soportan el llanto de muchos de sus hijos y sus caras de espanto, pues en ese contexto de desordenado ritual los pequeños sienten que son abandonados o entregados a un ser extraño y no entienden el sentido de ser tratados así por sus padres que no dejan de sonreír o de gritar.
Cuando no existían los teléfonos que toman hermosas fotos para ser colgadas inmediatamente en Internet, el ritual duraba un poco más. Hoy los padres solo quieren capturar la imagen de su niño o niña con ese ser al que sientan en sus faldas, para compartir el breve ritual con todos sus parientes y amigos; pero principalmente, para guardar por los tiempos de los tiempos esa imagen capturada de su vástago sobre las piernas de ese ser extraño por el que todos los padres luchan.
Cuando no existían los teléfonos celulares y la gente vivía tiempos menos agitados que los de ahora, el ritual no solo duraba un poco más, sino que se daba un pequeño diálogo con el pequeño o pequeña. Papá Noel preguntaba si se había portado bien, si había tomado toda su leche, si había obedecido a sus padres. Bueno, la lista puede seguir según la imaginación de este extraño ser que lo que buscaba era indagar acerca del comportamiento moral de aquel o aquella sentada en su regazo. A cambio de decir la verdad, pero sobre todo de mentir con gran susto y culpa, el pequeño o pequeña entregaba a este hombre extraño una carta con una lista de los juguetes que deseaba obtener. Así, el buen comportamiento, pero sobre todo la obediencia hacia los padres era recompensada con juguetes.
No puedo dejar de relacionar esta última forma de ritual con el de la confesión religiosa. Mientras hoy la ética y la obediencia no son relevantes para ceder a nuestros hijos a un hombre extraño con el fin de tomarles una foto que circulará en el mundo digital indefinidamente.
Evidentemente hablamos de Papá Noel y la obsesión de los padres por acercar a sus hijos a este personaje –como si los acercaran a la figura del Señor de los Milagros– con la finalidad de lograr un deseo. Pues bien, al parecer en el contexto de un mundo duro, cruel y despiadado, los padres se ilusionan con la idea de que un ser bonachón toque a sus hijos.