Tengo buenos amigos ‘precipitacionistas’, de esos que dicen: ‘que se precipite todo de una buena vez para que esto acabe ya’. A raíz del debate sobre la cuestión de confianza, algunos de ellos me decían, incluso, que, aunque esta les parecía improcedente, el Congreso igual la debió votar y rechazar. Así hubiera llegado más rápido otra confianza y el duelo final. Nos ahorrábamos demandas competenciales y medidas cautelares.
No es un razonamiento exclusivo de radicales, pues hay varios ‘precipitacionistas’ moderados. Es una forma de ser prácticos, asumiendo la tesis marxista que hoy es patrimonio de la humanidad: la agudización de las contradicciones para llegar a la revolución. En nuestro caso, a nuevas elecciones generales nomás. A esta gente le parece que más perdemos cada día con la corrosión sistémica de la corrupción que lo que perderíamos si se precipitara una confrontación final. Por ratos, yo mismo pienso así.
¿Pero qué lleva a pensar que a punto de confrontación de poderes se resuelve la crisis? El que piensa así ha tirado la esponja de la negociación política, ya no cree –ni lo sueña– que se puede llegar al mismo o mejor resultado conversando. Por el contrario, siempre creo que se debe negociar, pactar, cubiletear, conversar, llámesele como se le llame al intento de encauzar las tensiones por una vía pacífica.
La OEA va a intentar pronto establecer una negociación, apenas esté listo el informe de la misión que nos visitó. Tiene, además, que corregir la impresión de que, hasta hoy, ha sido muy condescendiente con un presidencialismo corrupto e ineficiente. Si deja entrever, en sus comunicados y gestos, que le interesa que las fuerzas políticas peruanas discutan una salida política que podría incluir un adelanto de elecciones consensuado, se acabó el sutil apaño que hemos visto hasta hoy de la OEA y del Gobierno de Estados Unidos.
Pero eso no va a pasar si aquí mismo no se pronuncian las fuerzas que hoy se han puesto de costado, pretextando que no apoyan al ‘golpismo de derecha’ contra un gobierno ‘elegido por el pueblo’. La izquierda, desde Verónika Mendoza hasta la CGTP, sigue apañando a Castillo por su aversión a coincidir con la derecha. Y esta no los convoca a conversar por la misma aversión. He ahí el reto de intermediarios para que presionen en pro de ese encuentro indispensable.
En el Congreso hay otras razones por las que la izquierda puede confluir con el bloque opositor. No tienen que ver con la ideología, sino con la supervivencia de curul. No hay cuotas ministeriales ni obras que se puedan asegurar a tanto buscón. Esa es otra crisis, no solo política, sino moral, pero igual empuja hacia la vacancia. En resumen, no es bueno jugar a precipitar todo sin algunas consideraciones y negociaciones fundamentales.