El periodismo de opinión se ha resentido durante la última década. Ha sido invadido, en el mejor de los casos, por intrusos que creemos que los bagajes de nuestras disciplinas –la ciencia política, el derecho, la economía, etc.– son ‘superiores’ al oficio periodístico. (En el peor de los casos, se les ha dado pantalla a espontáneos que suben la voz para disimular su falta de ideas). El periodismo de opinión, cada día más subordinado a intereses mundanos, también sufre los embates de la polarización política. Se escribe para conseguir vitrina y aspirar a una chamba. Por ejemplo, asesor de PCM o ministro ppkausa si es antifujimorista; burócrata parlamentario si es fujimorista. Así, la columna independiente en la prensa nacional ya parece una necesidad básica insatisfecha.El libro de Juan Paredes Castro “La presidencia ficticia” (Plantea 2017) es el mejor pretexto para organizar una cruzada en favor de la opinión independiente. La selección de sus textos publicados en El Comercio –desde 1990 hasta la actualidad– ilustra el periodismo analítico sin contrabando, escrito a contrarreloj –al borde de la presión diaria del cierre–, capaz de trascender el día a día. Porque es así como se logra la independencia, cuando las opiniones no se leen según la coyuntura, sino en contraste con la historia.“La presidencia ficticia” no es una sumatoria antojadiza de textos de prensa que quieren zafarse del paso del tiempo. No es un mero periódico de ayer reeditado. Es un diagnóstico de las debilidades de una de las instituciones políticas más importantes de nuestro sistema: la presidencia de la república. En sus páginas palpita la obsesión institucionalista del autor, su preocupación por un poder estatal permanentemente acechado por enemigos infiltrados que socavan su legitimidad: desde siniestros jefes de inteligencia hasta ambiciosas primeras damas. En todos los casos analizados se demuestra la debilidad estructural de nuestro sistema presidencialista, incapaz de estructurar la separación entre la presidencia del Ejecutivo y la jefatura del Estado. Un dilema harto discutido por ingenieros constitucionales y, en este caso, observado desde el real politik.Las páginas encaran la historia contemporánea reciente sin temor a los poderes fácticos. Repasa amenamente las variaciones de las amenazas al poder presidencial durante los últimos treinta años: militares sediciosos en los noventa, aprendices de estadistas, presidentes de consejos de ministros sobrevalorados y subvalorados, ‘chuponeos’ hechos en casa y ‘chuponeos’ a la venta. “La presidencia ficticia” revisa imperdibles momentos de nuestra política contemporánea, algunos ya clásicos, como el editorial de este Diario pidiendo al otrora presidente Toledo dar “un paso al costado” o el análisis de que el ex presidente García descargaba en Jorge del Castillo la gestión de su autoridad en el día a día (hasta que tronaron los ‘petroaudios’). Por el valor de este libro, escrito por un testigo profesional de su tiempo, debe estar al lado de las enciclopedias de historia contemporánea en los estantes de las bibliotecas.