El 18 de marzo, un huaico sorprendió al congresista por Áncash Carlos Domínguez, periodistas, brigadistas de Salud, miembros de la Marina de Guerra y a los funcionarios del Gobierno Regional de Áncash cuando iban a Huarmey. Cuatro días antes, el Fenómeno de El Niño había empezado a hacerse sentir.
Llanto y desesperación se respira en Huarmey, una de las provincias del norte de la región Áncash más golpeadas por el fenómeno de El Niño. Nunca antes llegar a esta localidad se tornó tan peligroso para los conductores y viajeros.
“Regresen se viene un huaico”, gritaba nervioso un hombre desde su auto. Se había percatado de que en la quebrada Molinos, en el distrito de Culebras, una caída de lodo y piedras amenazaba con llevarse los vehículos que encontrara a su paso.
Eran las 7:20 p.m. del sábado 18 de marzo. El congresista Domínguez viajaba de Chimbote hacia Huarmey con su equipo de Imagen y las periodistas Abigail Díaz Moncada (corresponsal del Diario Trome) y Laura Urbina Saldaña (colaboradora de El Comercio) para constatar la dramática situación que atravesaba esta localidad.
Roberto, conductor del parlamentario reaccionó a tiempo por la cercanía del huaico y todos en la camioneta gritaron del susto. Los brigadistas del Ministerio de Salud, miembros de la Marina de Guerra y funcionarios del Gobierno Regional de Áncash, quienes también iban en la comitiva hacia Huarmey,entraron en alerta.
Todos tuvieron que retroceder y esperar a que el deslizamiento de lodo transcurra hacia el mar, a la altura del kilómetro 330 de la Panamericana Norte, en la zona de Río Seco.
Un ómnibus de la empresa de transportes Erick El Rojo, repleto de pasajeros, entre ellos, venezolanos y pasajeros varados de diferentes ciudades del país, no corrió riesgos y regresó a Casma. Un chofer que llevaba a seis miembros de la Marina, lo siguió; sin embargo, después regresó. “Tengo hijos, mi familia me espera”, dijo.
Una mujer intentó cruzar el huaico en un vehículo, donde llevaba el cadáver de su hijo de 8 años. El pequeño había fallecido en un hospital de Lima y ella quería llegar a Casma para enterrarlo. La acompañaba su hermano, pero los daños que causó el río Casma en el puente Sechín truncaron su camino.
Los nervios aumentaron para la comitiva debido a un nuevo huaico que azotaba a la población. Era el sexto que soportaba Huarmey. Miles de viviendas quedaron inundadas y llenas de lodo.
La comitiva de marinos así como los representantes del Gobierno Regional de Áncash y del Ministerio de Salud siguieron su ruta, la orden era llegar a Huarmey sí o sí.
Por la noche llegaría la información de que centenares de pobladores, movidos por el hambre y la angustia, y algunos con armas de fuego, habían asaltado mercados, tiendas y camiones. Agentes de las Fuerzas Armadas tuvieron que realizar disparos al aire para controlar la situación.
El camino a Huarmey, conocida como la Ciudad de la Cordialidad, se tornó aún más peligroso. El camino duró más de 10 horas. Los vehículos desviaron hacia un camino alterno, por los acantilados de Casma y Huarmey, pues la Panamericana Norte estaba inundada. Un arcoíris incompleto acompañaría nuestro viaje.
Después de pasar la noche en el balneario en Tuquillo, la mañana del domingo 19 de marzo, la comitiva llegó a Huarmey. Allí, el dirigente Rubén De la Cruz expresó: “Mi pueblo está inundado, hace cinco días que estamos bajo el agua, no tenemos alimentos ni agua. Han saqueado el mercado, toda mi mercadería se la han llevado”.
La ciudad lucía desolada. Parecía que un terremoto de alta intensidad había arrasado con miles de viviendas y hectáreas de sembríos. Los vecinos clamaban entre lágrimas y gritos: “Agua y comida”.
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El alcalde provincial, Miguel Sotelo Llacas, quien el pasado 16 de marzo interrumpió la reunión del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional en el Consejo de Ministros, para suplicar ayuda, informó que el 90% de la población ha sido afectada.
El mismo 18 de marzo, el buque Quiñones de la Marina de Guerra trasladó 30 toneladas de agua y ayuda humanitaria para los damnificados. También, a un helicóptero para realizar las evacuaciones. Una semana después, una fragata misilera del buque Villavicencio de la Marina de Guerra llevaría otras 45 toneladas de víveres, alimentos y ropa para los huarmeyanos.
Por esta localidad ya ha pasado el presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski. Además, el primer ministro, Fernando Zavala, y los ministros de Transportes, de Vivienda, Defensa, Energía y Minas, y Salud, así como la ex candidata presidencial Keiko Fujimori. El Gobierno designó a la ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, como la encargada de coordinar la ayuda para Áncash. Ella ha aseverado que no se irá de la región antes de ver encaminada su reconstrucción.
La limpieza de calles, el restablecimiento de la energía eléctrica y del agua potable, es parcial. Aún hay sectores que siguen inundados. La distribución de alimentos continúa y la instalación de un hospital de emergencia sigue pendiente. Más de 140 agentes policiales resguardan las calles de Huarmey y 100 miembros de las Fuerzas Armadas ayudan en las tareas de rescate y seguridad.
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Ante la tragedia, diversos grupos de voluntarios, empresas, instituciones públicas y privadas han mostrado su solidaridad. Todos los días llegan camiones con comida, agua y ropa para los damnificados. Los agricultores de Andahuaylas, por ejemplo, llevaron 25 toneladas de papas el último viernes.
Más de 284 kilómetros separan a Huarmey de Lima. Sus habitantes se dedican, en su mayoría, a la agricultura y a la pesca. Ahora lo han perdido casi todo, menos las ganas de salir adelante. Los jóvenes han pintado en las paredes de sus calles frases motivadoras para su gente: “Con fe y esperanza volveremos a renacer”.