Los robots ya no son máquinas del futuro, ahora son parte de nuestro presente y Andrea Huamán lo vive a diario. A sus escasos 16 años ella creó un pequeño robot con sentimientos que puede interactuar con niños autistas. Su proyecto lo desarrolló el año pasado cuando cursaba el quinto de secundaria en su Institución Educativa Nuestra Señora de Fátima, en Arequipa.
Actualmente el prototipo que ella creó está siendo mejorado con el apoyo de ingenieros en mecatrónica de la Universidad Católica Santa María y en tres meses ya estaría terminado para ser presentado oficialmente y estar a disposición de las instituciones que lo requieran. Andrea creó su robot para participar en la feria escolar de ciencias y ese proyecto la llevó a la agencia espacial más importante del mundo, la NASA.
Historia
Desde muy pequeña Andrea Huamán Chambi tuvo una visible inclinación por las ciencias. A los tres años, cuando aún no entraba al nivel inicial pasaba largos ratos hojeando la enciclopedia que había en su casa, descubriendo el cuerpo humano. Inició haciendo proyectos de ciencias en su jardín, su primer diseño fue sobre el reciclaje. En la primaria comenzó a participar en Feria Escolar Nacional de Ciencia y Tecnología Eureka. Andrea recuerda que su primer proyecto escolar fueron las galletas de Sacha inchi, que ayudan a prevenir el colesterol.
El trabajo con el que ganó su primer premio fue con el rocoto como medicina natural para prevenir la gastritis. “Básicamente, deshidrataba el rocoto, lo hacía polvo y eso debía consumirse junto a las comidas para prevenir la gastritis. Demoré más de un mes en desarrollarlo. Con ese proyecto competimos con los colegios de la UGEL - Norte y ganamos. Eso fue cuando estaba en tercero de primaria”, señaló Andrea a El Comercio.
En primero de secundaria realizó otro proyecto medicinal. Creó una infusión de Chachacoma, una hierva que crece en las alturas en la sierra de Perú, que sirve para tratar la gastritis. Con ese proyecto ganó el concurso regional. Las ferias de ciencias se convirtieron en un acontecimiento importante para Andrea y todo un reto, porque cada año buscaba superar su proyecto anterior.
Robótica
En cuarto año de secundaria, el salón de Andrea comenzó a recibir el curso de robótica. Para la feria de ciencias de ese año la estudiante decidió aplicar sus conocimientos básicos de robótica y junto a dos compañeras crearon un pequeño robot para ayudar a localizar a personas atrapadas en derrumbes. “Por ejemplo, en los terremotos algunas personas quedan atrapadas en los escombros y ese robot puede buscar a los desaparecidos sin poner en riesgo la vida de los rescatistas. Ese proyecto también fue premiado”, explicó Andrea.
La estudiante nos cuenta que ese fue su primer proyecto robótico y de ahí en adelante dejó sus propuestas medicinales para enfocarse en esta disciplina. Para el siguiente año diseñó a Lumers, un robot para ayudar a socializar a los niños con trastorno del espectro autista (TEA). Esta pequeña máquina podía responder con tres tipos de sentimientos a las interacciones de los niños.
“El robot que creamos en quinto era una cosita chiquita. Medía 25 centímetros y se controlaba a través de una laptop. El robotito agarraba pelotitas o plastilina y lo llevaba al niño autista. Tenía una pantallita de carita y se ponía feliz, triste o enojado cuando el terapeuta lo ordenaba. Este prototipo se experimentó con niños y les llamó mucho la atención”, señaló la estudiante a este medio.
Con ese proyecto también ganó el concurso y fue el que le abrió las puertas para visitar las instalaciones de la NASA (National Aeronautics and Space Administration). El programa “Shi is astronauta” abrió sus postulaciones en el 2022. Su madre, Yeny Chambi, animó a Andrea a participar. Andrea postuló y en febrero de 2023 recibió la noticia de que fue seleccionada junto a 12 estudiantes de todo el Perú, ella fue la única arequipeña. En su grupo también estuvieron niñas de Colombia, Ecuador, Costa Rica y República Dominicana.
Para ser seleccionadas a ese programa debían tener un proyecto de ciencias para presentarlo en la misma NASA. Andrea decidió mejorar su pequeño robot y para ello buscó asesoramiento de un estudiante de ingeniería mecatrónica de la Universidad Católica Santa María. También consultó con una psicóloga para mejorar la relación de su máquina con los niños con TEA. Así tuvo una versión más grande de su prototipo.
“Ampliamos un poquito más la cantidad de emociones al robot. De tres pasamos a seis (alegría tristeza, enojo, miedo, disgusto y sorpresa). El robot también tenía la capacidad de ser controlado, pero ya no de una manera inalámbrica. Esta nueva versión es la que llevé a la NASA”, apuntó la estudiante.
La NASA
Andrea, antes que viaje a Estados Unidos, creía que la NASA era un lugar misterioso, ensombrecido y demasiado serio. Pero cuando llegó a la agencia espacial “quedó en shock”, porque fue todo lo contrario. Era un lugar enorme lleno de campos verdes y los edificios eran ecológicos. Lo que más le sorprendió fue el museo. Allí se exhibía un pedazo de un meteorito. Se impresionó con algunas naves espaciales que fueron utilizadas en pasadas misiones.
“He visto un cohete, un cohete real con sus propulsores. Era muy grande y lo curioso que aprendí es que al final el cohete entero no llega a la Luna, sino que solo llega una fracción chiquitita, solo la punta y lo demás son como motores que sirven para impulsar. Cuando el cohete va saliendo de la Tierra va dejando pedazos en el espacio para perder peso y solo llega una fracción del cohete a la luna” contó.
Andrea estuvo cinco días en la NASA visitando todas las áreas. Otro aspecto que le llamó la atención de esta institución estadounidense es que era Pet friendly, incluso vio venados y ardillas cerca de las instalaciones como si fuera un parque de reserva natural. Las clases que tenían eran intensivas. Empezaban a las 7:15 am. y salían a las 9:00 pm. Solo regresaban a su hotel a dormir.
Antes de ese viaje, Andrea tenía la meta de estudiar la carrera de medicina en Arequipa, ahora, además de medicina, desea estudiar ingeniería aeroespacial en Estados Unidos. Dice que antes le tenía mucho miedo a lo nuevo, pero ahora le genera mucha curiosidad. Actualmente, mientras realiza la mejora de su prototipo con la ayuda de la Universidad Católica Santa María, se prepara para postular a las universidades nacionales y extranjeras. Tiene el deseo de ingresar al Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Andrea tiene 17 años, terminó el año pasado la secundaria siendo la primera de su salón. Sus cursos favoritos eran matemáticas, física y química, y reconoce que no era muy buena en artes. Su papá es electricista y su mamá química farmacéutica.
“Trato de estar apoyando en lo que quiera mi hija. He dejado de trabajar para dedicarme de lleno a ella y a sus dos hermanas. Mi mi esposo, por el trabajo, viaja la mayor parte. Mi hija tiene la capacidad de hacer muchas cosas. A mis hijas siempre les digo que disfruten su juventud, que viajen y estudien. Cuando hayan disfrutado su carrera que tengan su familia, sus hijos”, manifestó la madre de Andrea, Yeny Chambi, a este medio.
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