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Entre Cusco y Acchahuata hay cuatro horas, pero parecen siglos. Bastaría con decir que, hace apenas semanas, este pueblo carecía de luz eléctrica y que sus noches dependían del brillo de la luna.
Acchahuata es una comunidad de 30 familias de campesinos y tejedoras que viven cerca de donde se unen tres pequeños ríos, en el distrito de Calca. Dos iglesias, casas de piedra, dos colegios, una cancha de fútbol y un cielo que llora con frecuencia. Por alguna razón, en las chacras solo se siembra papa. Sus pobladores ya se han acostumbrado a comerla todo el año. Papa con chuño o con carne de alpaca son platos que se sirven incontables veces.
Pese a que solo cuatro horas lo separan de Cusco, es como si de Acchahuata pocos se acordaran. No hay un centro de salud y las familias mejor acomodadas viven con S/.200 mensuales. El agua potable llegó recién en el 2013, pero aún siguen viviendo sin desagüe. Por ello, entre Cusco y Acchahuata, los kilómetros parecen décadas de atraso.
El día que llegó la luz eléctrica no hubo autoridades. Fue una celebración modesta. Esa noche, las calles iluminadas por nueve postes eran otras. Los niños salieron a corretear sobre el pasto y los grandes tuvieron una excusa para salir, sentarse juntos, hablar, contemplarse. Acchahuata comenzaba a cambiar.
UN REGALO INESPERADO
La instalación de paneles solares en Acchahuata se hizo posible gracias a un proyecto de panetón D’Onofrio. Como parte de su campaña por Navidad, pensaron que llevarle luz a un pueblo de Cusco sería un buen regalo para estas fiestas.
La empresa invirtió en la instalación de nueve postes con energía captada a través de paneles solares. Además, en suministrar energía al local comunal del pueblo y al centro educativo de primaria.
Acchahuata ha dado un paso importante, pero aprender aquí sigue siendo duro, cuenta uno de los profesores. “Con la luz hay un gran salto; aun así, nuestros niños siguen aprendiendo en condiciones adversas: caminan de dos a tres horas para llegar a la escuela y antes de venir solo toman un caldito de papa con su mote. Están desnutridos. Olvidan rápido”.
El día que llegó la luz, los niños vieron su primera película, “El Expreso Polar”. Por más de una hora, quedaron hipnotizados viendo las aventuras de un niño que en la Nochebuena viaja en un tren hacia el Polo Norte, en busca del verdadero espíritu de la Navidad, una fiesta que este pueblo nunca celebró.
Durante los festejos, los grandes observaban cómo sus hijos jugaban a ser mariposas y cazadores. Entre los adultos que disfrutaban del espectáculo están Sereno Quispe (62), Alejandra Cutiti (50) y Paulina Mayo (75). A ellos, la luz les llegó tarde: se están quedando ciegos. En las noches, los postes son como manchas brillantes ante sus ojos, manchas extrañas que rescatarán del olvido a la tierra que les dio de comer.
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