De acuerdo al censo realizado por el INEI en el año 2007, existen más de cuatro millones de personas indígenas en el Perú. Estas se dividían proporcionalmente de la siguiente manera: 83,11% quechuas, 10,92% aimaras, 1,67% asháninkas y 4,31% miembros de pueblos indígenas amazónicos.
El mismo trabajo estadístico indica que 66% de dicha población estaba asentada en el área rural y el 34% en la urbana. La Defensoría del Pueblo llamó la atención en varias ocasiones sobre la alta incidencia de la pobreza en los territorios ocupados por estos compatriotas.
Un factor determinante en esta realidad es la distancia que separa a los pueblos indígenas de las principales dependencias del Estado. Así, obtener servicios de salud, seguridad, justicia o educación se convierte en una ardua tarea que no siempre se concreta.
Conversamos con Ricardo Cuenca, autor del ensayo “La formación de profesionales indígenas en Perú y Bolivia”, incluido en el libro “Etnicidades en construcción: Identidad y acción social en contextos de desigualdad” (IEP, 2014).
En el artículo, el investigador principal del Instituto de Estudios Peruanos presenta los resultados de entrevistas a 14 jóvenes indígenas bolivianos y 11 peruanos entre los 30 y 45 años. Cada uno de ellos tiene, a su manera, una historia de superación que, en un contexto de desigualdad, vale la pena destacar.
-¿Cuál es el aporte que dejan los ensayos que incluye este libro?
El libro busca aportar a la discusión sobre etnicidad en el país, tema del cual no se habla mucho. Más aún en un contexto en el cual los temas étnicos empiezan a tomar espacios nuevos. Recordar el ‘Baguazo’ nos hace pensar en etnicidad, el tema del llamado ‘paquetazo ambiental’, los conflictos socio ambientales, también. Con este libro nos reafirmamos en que la etnicidad es un proceso de construcción y las identidades son instancias dinámicas que van cambiando. No es que la identidad étnica es así y siempre lo será, sino que se va construyendo como producto de contextos sociales y políticos particulares. La segunda idea es que la etnicidad es una herramienta para luchar contra las desigualdades.
-¿Puede la desigualdad explicarse únicamente por el lado económico?
No. Hay otras dimensiones que hay que comprender de la desigualdad para poder enfrentarla, que son - por ejemplo – las culturales y políticas. Si pienso que el otro es ‘otro’ diferente y que por serlo es menos que yo y no es un interlocutor válido, las desigualdades continuarán. Entonces, podemos solucionar el problema económico, pero si no pasa lo mismo con los culturales, políticos, de representación y de reconocimiento, las desigualdades van a persistir.
-La mayoría de las entrevistas que realizaste demuestran que la educación sigue siendo el motor del llamado ‘mito del progreso’. ¿Qué característica común hallaste en las 25 personas con las que trabajaste?
El estudio trata de ver cómo se está desarrollando la agenda indígena de profesionales en Perú y Bolivia. La educación es casi una excusa para llegar a esto. Todos (los entrevistados) son profesionales formados en el sistema educativo formal. Hay algunos puntos comunes que hacen que estas personas intenten desarrollar una agenda indígena diferenciada a través de varias maneras.
-Sin embargo, estos jóvenes no tuvieron necesariamente historias de éxito.
Así es, no solo son historias de éxito. Esto les demandó un sacrificio enorme. Lo que nos demuestra el estudio es que la meritocracia no es un sistema automático, sino que hay un conjunto de barreras culturales que hacen que por más que hayas recibido educación (superior) tienes que hacer un esfuerzo particular para quebrar esas barreras culturales e insertarte al mercado laboral. Particularmente de ellos, que se insertan en un mercado (laboral) particular, porque lo que hacen es trabajar en el Estado o en ONG’s que puedan influir en políticas públicas porque lo que quieren es cambiar estas situaciones de desigualdad. Entonces lo que hacen es entrar a estos trabajos de políticas públicas, ya no hacer la tradicional acción política, sino más bien trabajar técnicamente.
-Algunos de los jóvenes indígenas con los que trabajaste contaron que al momento de empezar sus estudios encontraron cierto rechazo en su comunidad. Algunos llegaban a creer que al recibir preparación, los estudiantes “perdían un poco su condición de indígenas”. ¿Por qué?
Está muy instalado en la sociedad peruana y latinoamericana, salvo el caso chileno quizás, que lo indígena está asociado a lo rural, al trabajo en el campo, a una lengua o determinadas formas culturales tradicionales. Sin embargo, lo que nos demuestra este trabajo es que lo indígena, y por ende la etnicidad, tiene que romper con esta idea de estar vinculado única y exclusivamente a ámbitos específicos. Te decía que en Chile quizás es la excepción porque – en un trabajo que vamos a publicar el próximo año – mostramos que la mayoría de indígenas mapuches viven en las ciudades. Son indígenas urbanos. Ellos mismos rompen con esa idea.
-¿Por qué dices que en el Perú la agenda indígena ha quedado en el espejismo del posicionamiento público?
El Perú tiene, en números absolutos, el mayor número de indígenas en Sudamérica. Sin embargo, hay una enorme dificultad para que las organizaciones indígenas puedan desarrollarse institucionalmente. Creo que no terminaron de desarrollar un posicionamiento institucional que las convierta en actores políticos y sociales importantes en el país. Se ha creado un imaginario alrededor de ellas. Casi podría asegurarte que antes del ‘Baguazo’ muchos no sabían de la existencia de los awajún o de las instituciones amazónicas que agrupaban los intereses de pueblos originarios amazónicos de muchos años atrás.
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“Lo que nos demuestra este trabajo es que lo indígena, y por ende la etnicidad, tiene que romper con esta idea de estar vinculado única y exclusivamente a ámbitos específicos”, menciona el investigador. (Foto: Cortesía IEP)
-Hay una debilidad de las propias instituciones.
Sí, pero además una especie de ‘rechazo social’ de pensar que esas organizaciones existen. Muchos me dicen “¿aún hay?” que sí existen y funcionan.
-¿Pero es un rechazo basado en la ignorancia?
Sí, pero también basado en aquellas discusiones de Jorge Bruce o Guillermo Rochabrún sobre discriminación. Creo que también hay un componente de eso.
-Muchas veces, al terminar sus estudios, los indígenas reconocen que tiene espacio como técnicos en la elaboración de políticas públicas pero al final no hay cabida para ellos en lo político. Es decir, no logran concretar propuestas. ¿Está incompleta la cadena?
Todavía no lo está, pero eso también en el país forma parte de la debilidad de los políticos. Asumo que muchas políticas públicas se quedan en el aire porque no hay una plataforma política que las viabilice. Las políticas públicas no son una norma, son decisiones que se toman sobre una acción colectiva que beneficia a determinado grupo.
-Viendo el lado opuesto, ¿qué encuentran los profesionales indígenas al interior de las ONG que les permite desarrollarse?
Lo que ha pasado, históricamente, es que los dotan de herramientas para que puedan mejorar su práctica profesional y ganar experiencia. No obstante, el problema es que la situación política no termina de acompañarlos. La salida de tener movimientos políticos indígenas no solo no les ha ido bien, sino que en América Latina las experiencias no han sido buenas. La idea sería tener mayor representatividad en espacios como el Congreso o en ministerios, para que puedan terminar de tomar decisiones que se necesitan para implementar sus agendas.
-¿Cuáles son los puntos esenciales que debe incluir la agenda indígena en nuestro país?
El primero es una discusión respecto al tema de la identidad. ¿Cómo y con qué se define la identidad étnica en el Perú? Desde incluir preguntas mejor formuladas en los censos nacionales hasta asuntos que tienen que ver con la propia definición de esta vieja discusión sobre si son campesinos o indígenas. Además, lejos de esto, hay otros desarrollos en países de Centroamérica, en Bolivia e incluso en la zona sur de Chile en donde se ha empezado a discutir temas importantes. Por ejemplo, el de los estados plurinacionales. ¿Qué están suponiendo para la nación peruana estas construcciones étnicas? ¿Debe seguir entendiéndose la nación peruana de la misma manera que la entendemos hoy o será momento de abrir la posibilidad para que nuevas estructuras étnicas formen parte de esto? En otros países, constitucionalmente está reconocida la existencia de más de una nación dentro de un estado. Es una discusión que el país no ha dado.
-Finalmente, está el tema de la ciudadanía diferenciada.
La igualdad ante la ley no supone homogeneidad de las personas. Todos somos iguales ante la ley pero el reto es cómo somos iguales ante la ley respetando nuestras propias diferencias. Esa discusión sobre ciudadanía diferenciada para que no haya ciudadanos de ‘segunda clase’ es importante. El tercer punto es que existen formas coloniales que aún persisten en las relaciones con los pueblos indígenas de América Latina. Esto supone que todo sigue muy segmentado. Casi casi todo el mundo se acomoda en cajitas distintas y nadie trata de romperlas. Finalmente, la instalación de la idea del modelo del buen vivir que en otros países se ha desarrollado más y que acá se ha empezado a tocar muy brevemente. ¿Cómo logramos una armonía entre mi concepto y enfoque de desarrollo con la naturaleza? Eso resulta fundamental en un país como el nuestro en donde hay conflictos socio ambientales y desconocimiento de algunas partes. Creo que no nos hemos terminado de preguntar lo siguiente: ¿a cuánto desarrollo estamos dispuestos a renunciar en nombre del cuidado del ambiente, del pasado y del resguardo de nuestras propias identidades?