El hallazgo en Perú de los restos del animal más pesado que existió sobre la Tierra, el ‘Perucetus colossus’, ha despertado el mayor interés paleontológico de los últimos tiempos. El Museo de Historia Natural de la Universidad San Marcos, que alberga las vértebras de 150 kilos cada una, recibe cientos de visitantes. Los autores del hallazgo no paran de brindar entrevistas nacionales e internacionales y el orgullo patriota brota desde que la noticia dio vuelta al mundo. El hogar de ese importante descubrimiento, sin embargo, vive una constante amenaza por invasiones y tráfico de terrenos.
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El ‘Perucetus colossus’ fue un cetáceo del periodo Eoceno medio, hace unos 39 millones de años, que habitó el entonces mar de Ocucaje, en Ica, hoy convertido en desierto. Los restos encontrados permiten estimar que alcanzó unos 20 metros de longitud y un peso de 199 toneladas. Su descubrimiento, liderado por el paleontólogo peruano Mario Urbina, supone incluso repensar la dinámica de los océanos.
Pero no es lo único que esconde el desierto de Ocucaje. En esta zona, Urbina también ha descubierto el único cetáceo con cuatro patas hallado en Sudamérica, el ‘Peregocetus pacificus’, capaz de caminar y nadar con destreza; la ballena con dientes ‘Mystacodon selenensis’ o el ‘Livyatan melvillei’, depredador de otras ballenas cuyos dientes miden hasta 36 centímetros de longitud. De hecho, el equipo que incluye especialistas peruanos y extranjeros es responsable de los principales hallazgos sobre la vida marina prehistórica en la región.
Esta riqueza paleontológica única deriva de una geografía privilegiada. Mario Urbina explica a El Comercio que, a diferencia de otras zonas de Ica como Paracas o Río Grande, el mar que cubría Ocucaje era calmado y propicio para la reproducción.
“La cuenca del continente tenía unas grandes fosas y paralelo a este relieve estaban las cadenas de montañas. Por eso, el mar abierto era bravo, pero detrás de montañas [en Ocucaje] se formaban grandes lagunas con aguas poco profundas y calmas. Todos los animales usaban este espacio como un gran hotel para tener hijos o conocer a sus parejas”, dice.
Aldo Benites, paleobiólogo peruano que integra el equipo que descubrió el ‘P.colossus’, añade que Ocucaje forma parte de la cuenca fosilífera marina más importante del mundo, cuya extensión total va Pisco (Ica) a Camaná (Arequipa). Si en Egipto se pueden hallar rocas de entre 35 y 38 millones de años, en esta área que ocupa 350 kilómetros los restos son hasta 15 millones de años más antiguos. “No hay otro lado tan diverso como este. En esta zona los fósiles más recientes tienen 2 millones de años y los más antiguos 50 millones de años. De esto se ha explorado menos del 0,5%, queda muchísimo por conocer. Mario cada semana nos dice que ha visto algo nuevo”, señala.
Mientras las vértebras de las ballenas azules pesan entre 30 y 50 kg, las del ‘Perucetus colossus’ halladas en Ocucaje alcanzan los 150kg.
El problema es que, salvo el mundo científico especializado, poco se conoce y se cuida de esta región. Urbina indica que aunque “el ‘Perucetus colossus’ se ha convertido en embajador del Perú” aquí casi nadie conoce de dónde viene.
Riqueza en peligro
“Lo que está pasando es un genocidio cultural”, dice alcaldesa de Ocucaje, Laura Peña, a este Diario. Desde que inició su gestión, hace seis meses, ha emprendido una campaña para advertir la lotización ilegal de terrenos con yacimientos fósiles, áreas naturales y arqueológicas. La mayoría se trata de granjas avícolas y proyectos inmobiliarios irregulares. “Hemos encontrado áreas enormes invadidas que ya han sido cercadas. Han lotizado terrenos. Están destrozando toda esta riqueza”, denuncia.
Entre enero y julio ha enviado cartas al Ministerio de Cultura (Mincul) y a la Superintendencia de Bienes Nacionales (SBN) para que identifiquen con exactitud las zonas que puedan haber sido adjudicadas a instituciones públicas o privadas, a fin de intervenir donde sea necesario. Mientras tanto, ha recurrido a los paleontólogos para pedir ayuda.
“En Ocucaje no había este problema porque es un sitio agreste, pero ahora se han puesto de moda las granjas de pollos. Muchos invaden el desierto, ponen palitos, la bandera peruana y lo reclaman como suyo esperando que venga alguna empresa a comprarles. Las leyes permiten eso y cuando viene la alcaldesa a querer botarlos, los invasores ganan el juicio”, añade Marino Urbina.
En el 2018, el Mincul, que entonces se encargaba del patrimonio paleontológico (ahora es tarea de Ingemmet), presentó ante la Unesco el pedido para que las cuencas de Pisco y Camaná sean incluidas en la lista de Patrimonio de la Humanidad. El problema, señala Benites, es que las tareas de protección no pueden quedar ahí. “Desde el 2019, esta región está en la lista tentativa de la Unesco, pero para ser declarado tiene que haber protección de por parte del Estado y algún tipo de presión ante Naciones Unidas”, indica.
Una forma de acelerar esta declaratoria es que se cree un geoparque para garantizar su intangibilidad y evitar el incremento de invasiones. “Un geoparque es el equivalente de un área natural protegida de Sernamp, como el Bosque de piedras de Huayllay. El problema es que todavía Ingemmet está mapeando la zona. Se requiere grandes recursos y los paleontólogos somos poquísimos. Esto requiere un trabajo bastante fuerte”, sostiene.
El ‘Perucetus colossus’ supone la oportunidad perfecta para tomar acciones concretas que eviten perder la riqueza paleontológica de Ica y del Perú. Las cientos de personas que hacen cola todos los días en el Museo de Historia Natural de San Marcos para ver las 12 vértebras, cuatro costillas y parte de la pelvis del animal más pesado de la historia demuestran que interés hay de sobra.
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