“Mis chocitas las quemaron, mis cositas las llevaron. Comidita no comía, solo agüita yo tomaba. Camita yo no tenía, con pajitas me abrigaba. Por defender mis lagunas, la vida quisieron quitarme”, cantó la campesina cajamarquina Máxima Acuña durante la ceremonia de entrega de uno de los más importantes galardones en materia medio ambiental del mundo, el Goldman Enviromental Prize.
El reconocimiento fue entregado en la ciudad de San Francisco (Estados Unidos) en abril y le dio a la campesina exposición y reconocimiento a nivel internacional tras varios años de enfrentamiento con una compañía minera a la que acusa, tal como dice el yaraví que entonó, de violencia contra ella y su familia, así como de constante amedrentamiento y maltratos de la empresa que busca explotar los minerales que están debajo.
Para el jurado que la eligió como una defensora del medio ambiente, Máxima Acuña se enfrentó a la empresa Yanacocha para defender su propiedad, ubicada en el sector conocido como Tragadero Grande, donde vivía pacíficamente como agricultora, así como las lagunas que están al frente.
El año 2011, el Poder Judicial le ordenó marcharse del terreno en el que vivía junto a sus hijos y su esposo, pero ella se negó a hacerlo pues había comprado la propiedad el año 1994.
La compañía demandó a Máxima Acuña, que fue sentenciada a tres años de prisión suspendida. Luego de apelar el fallo, en diciembre de 2014 fue librada de esa condena, pero la batalla legal por los terrenos continúa y la cajamarquina no tiene contemplado marcharse ni darse por vencida en su pelea.
Máxima Acuña se considera una peruana luchadora. Para ella, un buen patriota debe aspirar a ser un ejemplo positivo para las generaciones que le siguen. Para ser un buen peruano, agrega, hay que conocer la realidad de nuestro país y defender y proteger los recursos naturales.
Sin duda, la cajamarquina es un referente para miles de niñas y mujeres campesinas, uno de los sectores de la población más vulnerable del país. Aunque emprendió una lucha personal, su historia se convirtió en emblema del respeto al medio ambiente porque no tuvo miedo de levantar la voz para defender su tierra, de la que se siente orgullosa.
“Lo que yo valoro, cuido y protejo es nuestra naturaleza”, dice, segura, y reflexiona: “nosotros vivimos de la tierra; si ya no hay tierras no hay campo y no hay agricultura. Tengo el orgullo de ser campesina”. “Amo mi tierra y la defenderé hasta el día que yo me muera” , sentencia la galardonada campesina en el mes patrio.