Corría el año 1548 cuando un grupo de religiosos españoles llegó a la selva central del Perú para evangelizar a las comunidades nativas. Comandados por el padre Gregorio Bolívar, fueron los jesuitas los primeros en llegar a la zona. Una de sus misas, sin embargo, fue interrumpida súbitamente por un hombre imponente. Sus mandíbulas apretaban un fémur humano, su traje elaborado con plantas secas estaba adornado por cráneos y su rostro, aquel terrorífico rostro, asemejaba una máscara diabólica por las pinturas que se había aplicado.
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Este episodio quedó registrado en las Crónicas Franciscanas escritas por Diego de Salinas y Córdoba. Durante años, sin embargo, se desconocía a cuál de las 16 etnias de la zona pertenecía aquel imponente guerrero.
Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP, hemos llegado a Tingo María para conocer a Cristian Luna, un maestro de danzas que ha dedicado su carrera a encontrar los documentos con los que sustentar los orígenes de las danzas típicas de su región y transmitírselo a sus alumnos.
CONOCE A NUESTRO PERUANO QUE SUMA
La pasión de Cristian por la música folclórica llegó desde muy pequeño. A los 4 años su madre, Ana Tello, quien también era bailarina, se convirtió en su primera profesora de danza. Con el tiempo fue integrando distintas compañías en Tingo María, llegando incluso a participar en múltiples concursos de danzas por todo el país.
“Sin embargo, cuando comenzamos a ir a esos concursos nos descalificaban porque decían que nuestras danzas no tenían fundamento histórico. Te hablo de los años 1997, 1998, 1999, 2000 y hasta 2001″, asegura Cristian mientras va transformando su rostro pintando gruesas líneas blancas.
“En el mundo del folklore son muy estrictos con la parte teórica literal, está muy estructurado qué es danza, qué es proyección, que es recreación, cuál es un baile. Si no estás debidamente fundamentado te rechazan”, afirma.
Sería recién en el año 2000 en el que Cristian recibiría de manos de otro profesor de danzas, llamado Ricardo Macedo. “He encontrado esto, Cristian, son referencias a los Tulumayos y a los Tinganeses. Fue el jefe de los Tulumayos quien apareció en aquella misa de 1548”, le dijo su colega mientras le mostraba la fotografía de un libro que exhibían en el convento de Santa Rosa de Ocopa, en Junín.
Sin saberlo, Ricardo le había dado el empujón que Cristian necesitaba para iniciar una intensa búsqueda bibliográfica sobre las danzas de su tierra.
“Nos tomó casi dos años solo encontrar al autor de aquel libro. Era el reverendo padre José Amich (misionero e historiador franciscano del siglo XVIII), quien se encargó de recopilar la información de aquellos franciscanos que salieron a evangelizar la selva central. El libro se llama ‘Compendio histórico de los trabajos, fatigas, sudores y muertes que los ministros evangélicos de la seráfica religión han padecido por la conversión de las almas de los gentiles, en las montañas de los Andes, pertenecientes a las provincias del Perú'”, explica.
La obra de Amich daría pie a que Cristian y otros maestros de danzas de la zona encuentren un total de 25 libros que hoy sirven como sustento histórico para presentar danzas como la de los Tulumayos en diferentes concursos nacionales o internacionales.
En el 2014, además, fundó la asociación folclórica cultural Misky Tusuy, mediante la cuál busca enseñar a los jóvenes de la zona cuáles son los orígenes de las danzas que año tras año ven en celebraciones como la fiesta de San Juan.
“Si como profesor no logras que tus alumnos quieran investigar y enseñar, has fallado como profesor. Yo no solo les enseño sobre las danzas de Tingo María sino identificar la raíz de cada una de ellas”, asegura Cristian, quien ya se acomodó una vistosa corona y salta desde una roca para ensayar junto a su compañía de baile.
Sin duda, la insaciable curiosidad de Cristian que lo ha llevado a conocer los orígenes de las danzas tingalesas y su deseo de difundirlo entre los más jóvenes lo convierten en un peruano que suma.
Ahora, sin embargo, ha llegado la hora de alejarnos, pues las orillas del río Huallaga han vuelto a ser territorio de esta brava tribu.
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