Las conversaciones difundidas la semana que pasó entre jueces supremos y miembros del Consejo Nacional de la Magistratura y otros oscuros personajes nos han dejado perplejos e indignados. Nauseabundos arreglos para liberar violadores, tratos para darle un puesto a un amigo antes que a quien le correspondía, descarados pedidos de plata sin vergüenza alguna.
Si bien las sospechas de que algo se pudre en el Poder Judicial han sido ratificadas por los audios hechos públicos, la indignación debe llevarnos a actuar como país, de una manera inteligente y pensando en el bien común y supremo, antes que en conveniencias políticas de buscar a quién fregamos con esto o a quién le conviene que esto salga a la luz.
Este es un tema aún en proceso que ya trajo consigo la salida de un ministro y la detención del ex presidente de la corte del Callao, y aún no sabemos quiénes más serán aludidos, mencionados o comprometidos.
Los rumores sobre quién es el o la protagonista del próximo audio son muchos y variados, la teoría de una venganza que busca afectar directamente a la Presidencia de la República y a la Jefatura del Gabinete no cesan. La teoría de que el objetivo de todo esto es agudizar la crisis, convocar a nuevas elecciones y que se vayan todos también está latente. Ante esto, lo mejor será difundir todos los audios que existan, sin coladera de por medio. Si todo está podrido, es bueno saberlo de una vez.
Ante tanta miseria hecha pública la semana pasada, el presidente Martín Vizcarra convocó a una Comisión de Reforma del Sistema de Justicia, que debe presentar sus recomendaciones en dos semanas, para que así el jefe del Estado pueda hacer un planteamiento en su mensaje a la nación el próximo 28 de julio.
Si creemos que un grupo de “notables” tiene la receta para “reformar” la justicia y volver honestos a los jueces y fiscales de nuestro país en menos de un año, estamos terriblemente equivocados. Y si a eso sumamos que los convocados tienen no solo un sesgo ideológico, sino también intereses privados que defender, entonces no vamos por buen camino. Confiamos en el profesionalismo de Allan Wagner, quien preside la comisión, pero lamentablemente no podemos decir lo mismo de los otros integrantes.
Además, las instituciones no cambian por leyes, recomendaciones y buenas intenciones. Son necesarias buenas personas, gente honesta que esté decidida a jugársela por el país para salir adelante. Y si tienen que renunciar muchas veces y denunciar otras tantas, pues tendrán que hacerlo, hasta que por fin empecemos a notar cambios.
En los tiempos que corren, con gente que se considera de una superioridad moral fuera de discusión, somos los ciudadanos los que tenemos que estar alertas. No podemos permitir que nos sigan engañando y que los “adalides” de la moral sean los mismos que en los últimos 18 años deciden quién debe votar por quién.
Acabemos con el reciclaje y vayamos a buscar a los mejores. Rompamos las argollas y animemos a los buenos a decir ¡presente!