El neurobiólogo Edward Málaga Trillo postula al Congreso con el número 4 por el Partido Morado en el distrito electoral de Lima. Durante los primeros meses de la pandemia, su liderazgo en el proyecto de la UPCH para desarrollar una prueba molecular rápida peruana ya le había generado notoriedad pública.
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En entrevista con El Comercio, el también profesor universitario cuenta que varias organizaciones políticas se le acercaron para proponerle una candidatura o un cargo de asesor en ciencia y tecnología; sin embargo, la agrupación de Julio Guzmán le pareció la única con objetivos aterrizados en ese sector.
Consultado sobre el aparente estancamiento de Guzmán en las preferencias electorales, Málaga Trillo refiere que ha habido una fuerte contracampaña, aunque también reconoce algunos errores propios del partido. Entre otros temas, explica cuál sería su rol de ser elegido para ocupar un escaño.
—Usted ha tenido una carrera netamente académica tanto en el Perú como en el extranjero y esta es su primera vez en la política. ¿Qué le convence de hacer una pausa de cinco años a su desarrollo profesional para dedicarse al Congreso?
Fue una decisión extraordinaria en un momento extraordinario. En los últimos cuatro o cinco años, hemos visto cómo el sistema político se ha ido derrumbando. El Perú se ha convertido en un país de difícil gobernanza, al punto que las actividades de los mismos científicos se han visto afectadas. Es muy difícil hacer ciencia en el Perú. Sentí la necesidad de aportar desde otro nivel; en un nivel donde se dicten esas políticas que pueden mejorar las condiciones. Otro impulso fue el del último año, con la inestabilidad y la crisis política, el cierre del Congreso, el golpe de Merino… Yo participé en las protestas y constaté que ya no era solamente relevante mi aporte como científico, sino también como ciudadano.
—¿La ciencia puede ser transversal en la política?
Absolutamente. La ciencia es totalmente transversal. Cuando hablamos de desastres naturales, de lucha contra el narcotráfico, de seguir pistas al crimen con imágenes satelitales, de teletrabajo, de tele educación… Inclusive, cuando hablamos de normas que tienen que ver con derechos: la despenalización del aborto, el reconocimiento de la muerte digna, la identidad de género. En todos esos temas, las discusiones son también científicas para tomar decisiones políticas de cambio o de mejora.
—Sin embargo, con un Congreso tan fraccionado como el que se proyecta y muy pocos candidatos con formación en ciencias, ¿cómo haría para impulsar sus propuestas y promover una línea de trabajo en la que se priorice la información científica?
Yo no veo al fraccionamiento del Congreso como un problema para ese propósito. Yo siento que, con la ciencia, sí es mucho más fácil tender puentes. La ciencia permite consenso; es una materia sin ideologías. Centro, derecha, izquierda… Partidos de cualquier ideología o posicionamiento político han entendido que de esta pandemia no saldremos sin ciencia, por ejemplo. Yo tengo la esperanza que una candidatura como la mía, considerando además que soy un invitado del partido, se vea como una candidatura de aporte en el sentido más académico y menos políticamente ideologizado.
—¿Qué partidos lo buscaron para proponerle que se sume a sus proyectos políticos en estas elecciones?
No puedo decir que “se me acercaron todos los partidos”, pero sí tuve conversaciones. Una conversación fue con un miembro de Fuerza Popular para no necesariamente ser candidato, sino para contribuir con los planes. También estuvo lo de Victoria Nacional, que sí fue un ofrecimiento concreto de ser candidato al Congreso. Y también estuvo el Partido Morado. Finalmente, sopesé las ofertas y decidí por el Partido Morado porque tiene todo lo que se le pide a un partido político: formación de cuadros, estabilidad, trayectoria coherente y posiciones claras. Además, tiene un interés muy grande en la ciencia e ideas concretas de por dónde partir y cómo incluir esta materia en un gobierno o desde el Congreso. Yo sentía que varios otros partidos tenían un interés más general y una posición menos informada. Como último factor de decisión, cuando Julio Guzmán me dio la bienvenida, me ofreció un lugar de aporte y de vocería al plan legislativo y al plan ejecutivo. Que un candidato presidencial le otorgue tanta confianza a la ciencia y la tecnología me pareció fantástico.
—¿Qué propuestas impulsaría usted desde el Congreso?
Primero, fortalecer el sistema de ciencia y tecnología, dándole una nueva gobernanza y asignándole mayor presupuesto, de manera que lleguemos al 1% del PBI en inversión al 2026. Lo segundo es mejorar la situación de los investigadores en el Perú. De todas las ciencias; ciencias humanas, ciencias sociales, ciencias básicas y aplicadas… Una vez que se haya logrado mejor institucionalidad y presupuesto, ya se puede financiar los presupuestos de proyectos, de intercambios, de doctorados, de becas para estudiantes, infraestructura de laboratorio y equipamiento, de retorno de profesionales peruanos o incluso de atracción de talentos del extranjero. Eso tiene que ver con mejores carreras, mejores sueldos, mejores facilidades y oportunidades para las familias de personas que se dediquen a la ciencia. Al mejorar su situación y reforzar su bienestar, se mejora su productividad.
El tercer punto tiene que ver con dos leyes más: una ley del emprendimiento tecnológico y una ley de la economía del conocimiento. Ambas están orientadas a dar facilidades, a simplificar la burocracia y a favorecer la creación de pequeñas y medianas empresas de tecnologías nuevas; tales como biotecnología, desarrollo de software, nanotecnología, análisis de big data, inteligencia artificial, entre otras.
Una propuesta más es la lucha contra la pseudociencia y a favor de la memoria de la pandemia. Esto implica, por un lado, fortalecer la vigilancia y las sanciones desde el Congreso a la difusión de noticias falsas que puedan hacerle daño a la población. Por otro lado, formar una comisión investigadora -una especie de Comisión de la Verdad- sobre la pandemia. Esta debe recoger el aprendizaje de lo que se hizo bien, pero también -y sobre todo- de lo que se hizo mal en la gestión de la pandemia; llámese gobierno central, Minsa o Congreso. La idea es que todas esas experiencias se recojan en un texto y en una exhibición permanente en el Lugar de la Memoria.
—Con respecto a la propuesta de sancionar las noticias falsas desde el Congreso, ¿cómo se garantizaría que esa fiscalización no entre en conflicto con la libertad de expresión o de prensa? ¿O se refiere a un sistema de prevención?
Correcto. La libertad de prensa y de expresión son temas muy delicados y con muchas aristas. Obviamente, hay que tener mucho cuidado porque son libertades que se deben proteger a toda costa. Justamente, la autorregulación o el ‘cambia de canal si no te gusta’ tiene que ver con que nos hemos basado por mucho tiempo en el sentido común y, de alguna manera, eso es eficiente. Las opiniones pueden variar.
Pero, en el caso de temas científicos, ahí sí todos tenemos que reconocer -la prensa, el gobierno, los ciudadanos- que la pandemia nos ha encontrado en una suerte de deficiencia de información científica. Hay un vacío de información científica que lleva, muchas veces, a cometer errores. Una manera de ayudar a eso es fomentando la divulgación científica. La idea es que haya una certificación de divulgadores de ciencia para que contribuyan a los medios estatales o privados a manejar y formular la manera en que se comunica la ciencia.
En el lado del Congreso, sí hay una iniciativa concreta que ya se ha practicado en otros países, que es la formación de un cuerpo de asesores en ciencia y tecnología para el Congreso. La importancia de esto es que, ante una noticia falsa, la interpretación se hará por científicos autónomos y no por actores políticos. Así, se evitaría lo que ha ocurrido en algunas ocasiones y que ha llevado -como producto de la desinformación- a que muchas personas desconfíen de la ciencia o de la propia vacuna.
—En julio de 2020, usted renunció al equipo de Innovación en Tecnologías Sanitarias para la Atención y el Manejo del COVID-19, que había creado y convocado el Minsa. ¿Qué impulsó esa renuncia durante la gestión de la entonces ministra Pilar Mazzetti?
En resumen, hubo un desinterés. Yo tuve dos canales de interacción con el Minsa y con el Estado. Uno de ellos fue nuestro proyecto de la prueba molecular [investigación que Málaga lidera en la UPCH], que requería que el Minsa logre el apoyo con normas y producción. Eso no se hizo. Le presentamos el proyecto al entonces ministro Víctor Zamora, nos dijo que iba a ayudar y, en la realidad, no pasó nada.
Con el cambio de Zamora, llegó la ministra Mazzetti y percibimos una actitud cerrada, territorial, donde se defendía que el INS y el Estado también estaban haciendo su prueba molecular peruana. Se desató una suerte de competencia entre el Estado y el sector privado, que no venía al caso porque lo que se quería era una solución para el país. La segunda interacción con el Estado fue este equipo de Innovación en Tecnologías Sanitarias, que estaba liderado por la doctora Patricia García. La idea era pasarle al ministerio las recomendaciones urgentes para manejar mejor la pandemia. Nosotros, a tiempo, desde abril de 2020, estuvimos hablando de que había que comprar pruebas moleculares y certificar rápidamente a los laboratorios peruanos para ese fin. También sugerimos que no haya compras masivas de medicinas como la ivermectina sin tener la evidencia científica para su uso contra el COVID-19 y que había que hacer rastreo de contactos y aislamiento.
Creo que hicimos 16 informes y nunca tuvimos una respuesta del ministro Zamora. Me pareció una burla que no haya respuesta, después de varios meses de trabajo. Sentí que el Minsa no tenía interés en hablar con científicos. Renuncié cuando la ministra Mazzetti ya había entrado y nos postergó una audiencia porque no tenía tiempo. La actitud era cerrada y territorial, aunque la iniciativa de convocarnos haya sido del propio Minsa.
—¿Cómo ha golpeado el escándalo del ‘Vacunagate’ a la UPCH? El público en general ha visto cómo personas de trayectoria, como Germán Málaga y otros profesionales implicados, han perdido todo su prestigio. Pero esto también ha recaído en el prestigio de la propia institución.
El mayor daño que ha causado el ‘Vacunagate’ a la UPCH ha sido a su reputación internacional. Ver artículos de revistas científicas tan importantes, como The Lancet, The New England Journal of Medicine o Nature, donde figure este escándalo, es un papelón. A quienes todavía estamos en la UPCH y la respetamos y apoyamos al 100% y no estamos involucrados en ese incidente, nos cuesta mucho digerirlo. Sentimos que es injusto que, por un puñado de profesionales que actuaron sin ética, toda la institución se vea afectada. Este daño también se traduce en un daño al financiamiento externo para proyectos de envergadura en los que colaboran otros países. Yo lo que te puedo decir, sin dar nombres, es que se ha negado financiación a proyectos importantes.
—¿Cómo calificaría la participación de Julio Guzmán en el debate del JNE? ¿Cree que no debió caer en la provocación de su rival Rafael Santos y que pudo haber ahorrado el tiempo que le dedicó a algunos ataques?
Yo creo que, en general, manejó muy bien el debate. Creo que no se le puede pedir a un candidato que, en ese contexto, se abstenga de la confrontación. Además, el tiempo que el dedicó a responder a ataques fue mínimo. Aprovechó muy bien el tiempo y el formato para comunicar sus propuestas. Los ataques fueron una parte muy minoritaria de su participación. Yo sé que hay personas que, inclusive, opinaron que debió ser más frontal y “salir a matar”, pero es una cuestión de opiniones. Siempre habrá crítica a lo que una persona haga; si se pelea o si no se pelea. Pero, como repito, considero que logró un buen balance.
—A lo largo de estos meses de campaña, Julio Guzmán ha perdido puntos en intención de voto, según los sondeos. ¿A qué le atribuye esta pérdida progresiva -o este estancamiento- en las preferencias?
Hay varios aspectos. Hubo errores propios y nosotros somos autocríticos. Hubo temas como el spot del bus o el asunto de la marihuana con Daniel Olivares, que trivializaron las posiciones del partido y la campaña, le restaron seriedad y son errores que fueron asumidos. Pero también está el tema de la contracampaña a Julio Guzmán por el incidente personal que tuvo hace un tiempo y el supuesto “gobierno morado”.
Ambas cosas me parecen injustas. Julio es un excelente candidato. Lo del “gobierno morado” no tiene ni pies ni cabeza porque si es que el partido no aportaba al congresista Francisco Sagasti para que ocupe el cargo, iba a mantenerse la situación de inestabilidad. Pero, claro, políticamente, era un acertijo difícil de resolver; sobre todo, en época preelectoral. Y lo que se optó fue lo más sano: separarse completamente. Y así ha sido. Lamentablemente, la contracampaña ha sido muy fuerte pese a la falta de argumento. Otra desventaja que tuvo Julio fue que estuvo enfermo [de COVID-19 entre finales de enero e inicios de febrero]. No ha sido un candidato que ha podido estar presente en absolutamente toda la campaña.
—Guzmán ha sido bastante enérgico en sus críticas a Rafael López Aliaga y, en general, al partido Renovación Popular. Incluso los llama “Renovación Medieval”, por su conservadurismo y posiciones de ultraderecha. Como señaló usted al inicio de esta conversación, la ciencia es transversal y necesaria para tomar decisiones políticas sobre temas polémicos como el aborto, la muerte digna y la identidad de género. Sin embargo, Renovación Popular tiene un postura absolutamente en contra de legislar sobre estos temas. ¿Cómo discutiría, eventualmente, una bancada del Partido Morado con una de Renovación Popular si el punto de encuentro parece no existir?
Creo que es apelar al arte de la política. Es un reto. Creo que mucha gente no es consciente de que, en el propio quehacer de los liderazgos científicos, también hay que tender puentes, lograr acuerdos y rebajar diferencias para avanzar. Hay una capacidad de gestión y de comunicación que también te demanda la ciencia. Hay preparación para eso y no tengo problemas al respecto. También quiero mencionar que una cosa es el antes y otra cosa es el después de la campaña. No es que uno sea flexible con sus principios después, pero en una campaña lo que se busca es clarificar lo que es una mejor opción. Te lo digo en este momento: a mí sí me parece un peligro el populismo, la falta de propuesta y la improvisación de Renovación Popular. Yo sí tengo ese juicio sobre ellos, pero -asumiendo que seamos elegidos y que tengamos que interactuar- se tiene que pensar en el país y en su estabilidad. Como congresista, uno debe representar ambas cosas, saber escuchar y saber también dialogar.
Más información:
Desde la UPCH, Edward Málaga Trillo -quien tiene un doctorado por la Universidad de Miami- se dedica a investigar males cerebrales, como el Alzheimer y el Parkinson. Previo a su etapa como investigador en la universidad, vivió 23 años en el exterior. Fue investigador en el Instituto Max Planck para Biología, en Alemania. También ha sido docente en la Universidad de Constanza, en ese mismo país.
Su proyecto de pruebas moleculares rápidas de saliva, desarrollado en la UPCH se encuentra en fase final. Según dijo a este Diario, los resultados preliminares han sido alentadores y, actualmente, trabaja en el reporte para que la Dirección General de Medicamentos, Insumos y Drogas (Digemid) autorice el uso de las pruebas desarrolladas.